Rein, experto internacional en el fuego y sus efectos, explicó ayer a Efe que las lluvias caídas en la provincia de Ciudad Real únicamente “ayudan a extinguir el frente de combustión latente que se encuentre en las capas más superficiales, y las bajas temperaturas ralentizan la velocidad de propagación del incendio”.
De forma global, dijo, “un invierno con lluvias obliga al incendio a retraerse hacia el interior de la turba, donde está más protegido del frío y la humedad de la superficie”.
Este hecho, señaló, llevará a “una reducción importante de los signos superficiales y visuales del incendio”, es decir, que las fumarolas y superficies calientes serán menos visibles, sin embargo, esto no significa que el incendio haya podido quedar extinguido.
Para el científico, que durante una etapa profesional anterior trabajó para la NASA, “sería un error pensar que el incendio se ha terminado cuando tan solo ha pasado a una fase menos activa y más profunda”.
En este sentido, adviritió de que “el fuego podría volver a la superficie fácilmente en la primavera o el verano si el Parque Nacional no es inundado de forma total para entonces”.
Significó que el incendio puede “gozar aún de buena salud” unos metros más abajo de la superficie, y que será difícil darlo por extinguido si no se produce la inundación total de las distintas áreas que están afectadas por la combustión de la turba.
A pesar de que las labores de extinción empleadas hasta la fecha, dentro y fuera del Parque Nacional son las adecuadas, y reconoció que “poco más se puede hacer a corto plazo”, éstas no garantizan que el incendio se pueda extinguir totalmente.
De hecho, reiteró que “únicamente con la inundación total se puede apagar el incendio de una vez por todas”.
En el caso de la zona del preparque, en el conocido Molino de Molemocho, donde el agua es más difícil de aportar, salvo que las lluvias provoquen que el río Guadiana pueda volver a llevar agua, ha dicho que son muchas las posibilidades de que el fuego dure ahí mucho tiempo.