No dejo de asombrarme con esta institución. Ahora está en el ojo del huracán por un documental que, al parecer, refiere sus andanzas, malas artes y abusos. Se ha convertido, desde luego por méritos propios, en actor principal de un documental calificado por la prensa como “kafkiano”, “desasosegante”, “estremecedor”, “escalofriante”, “contundente”, “durísimo”, … Vamos, de auténtico terror.
El otro actor principal del documental es una persona que hasta hace escaso tiempo era absolutamente anónima. Se llama Agapito García y es un empresario español que tuvo la desgracia de vender en el año 1989 su empresa a una multinacional. A partir de aquí comenzó su particular calvario de inspecciones tributarias, liquidaciones, recargos, intereses, sanciones, procedimientos judiciales, abogados, costas…. Y todo ello hasta llegar a la absurda desproporción de llegar a deber a Hacienda casi tres veces más que lo que fue realmente su beneficio con la venta de su empresa. Una auténtica tortura.
Este señor, Don Agapito García, es el actor principal, pero no es el único, pues existen otros muchos actores referidos en el documental que también han sufrido este hostigamiento de un órgano dotado de plenas armas para un solo fin: la recaudación a toda costa.
Está claro que hay que recaudar impuestos para pagar los gastos públicos, pero todo tiene un límite, no todo vale. Prácticas tales como coacciones veladas con acudir a la vía penal si no se acepta una regularización tributaria (método éste muy efectivo con personas “famosas con miedo a salir en los periódicos”), amenazas con utilizar procedimientos eternos con bloqueos de cuentas y embargos y un largo etcétera, dando además a los funcionarios inspectores sobresueldos o comisiones por objetivos, como si de un comercial se tratase, no debieran admitirse.
A esto tenemos que añadir que al ciudadano de a pie le cuesta mucho pagar a abogados para oponerse a Hacienda, que tiene su propio cuerpo jurídico que, además, pagamos todos y que no tienen problemas para recurrir hasta el infinito, con la tranquilidad de que, si pierden el pleito y sufren una condena en costas, tampoco pasa nada, porque esas costas también las pagamos todos los españoles.
Afortunadamente, no todos los inspectores son así. Antes, al contrario, son muchos los que están criticando esa deriva que está tomando Hacienda, pero lo cierto y verdad es que “donde manda patrón no manda marinero”, y no tienen más remedio que acatar las órdenes y criterios que les vienen dados desde arriba.
Y lo más preocupante es que esa “desviación” de Hacienda no sólo es denunciada por los actores del documental, sino que está refrendada por quienes en su día tuvieron altas responsabilidades que ahora ven cómo se merman los derechos y garantías de los contribuyentes, seres menores, a quienes incluso se les puede decretar una “muerte civil”, pero de ello hablaremos en otro momento.