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Venezuela, un "monstruo dormido" desde los ojos de un refugiado político en Mazagón

Gabriel Ceballos nació en Caracas hace 37 años, doce años antes de que Hugo Chávez llegara al poder. Desde hace cinco vive en España, los dos últimos en Mazagón

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  • El venezolano Gabriel Ceballos. -

Gabriel Ceballos nació en Caracas (Venezuela) hace 37 años, doce años antes de que Hugo Chávez llegara al poder como presidente. Desde hace cinco vive en España, y desde hace dos en el núcleo onubense de Mazagón bajo el manto del asilo político, pero ahora mira con inquietud hacia su tierra, que califica como “un monstruo dormido”.

Para este venezolano huir de su ciudad natal fue una “bomba de tiempo”, que terminó por empujarle a salir por tierra hacia Brasil, y más tarde hacia Argentina, por su propia seguridad, como ha contado en una entrevista a EFE.

“Me dedicaba al arte, trabajaba con los dos canales de televisión que había, Televen y Venevisión, encontrando nuevos talentos, además de hacer museografía con mi hermana”, ha explicado, “pero en 2016 el gobierno expropió los dos canales y comenzaron las llamadas, o te quedabas bajo sus órdenes o te ibas, ahí no había medias tintas”.

El objetivo era llegar hasta España donde le esperabam su hermana y su madre, quienes también había salido de Venezuela por seguridad, como los más 7,7 millones de personas que les precedieron -según ACNUR-, fue una “travesía” que comenzó en Petares, el barrio del que es originario Ceballos, y que le llevó hasta Manaos (Brasil) desde donde tomó un autobús para viajar hasta La Paz (Bolivia).

“Cuando logré agarrar un autobús para ir a la Paz en Bolivia, tuvimos tomar por la montaña, donde el autobús sufrió un accidente y se despeñó”, ha contado.

Desde La Paz tuvieron que regresar hasta conseguir llegar a Argentina por tierra, donde durante un tiempo todo se dio para dedicarse a su pasión: la dirección teatral, centrarse en las artes e incluso realizar exposiciones de sus propias obras.

Pero la distancia con su familia y el duelo por la pérdida de su padre le empujaron a encontrar su sitio en España, pedir el asilo político y construir una nueva vida. Para Ceballos conseguir esta certificación fue un proceso “agotador y tedioso” que aún no ha concluido.

“Es muy complicado pedir el asilo político, ponen muchas trabas porque de por sí Europa solo da el asilo cuando tienes pruebas contundentes”, aunque ha explicado que “si eres venezolano y estás pidiendo el asilo político, durante el proceso pasas de asilo político a ayuda humanitaria, como si fueras un refugiado”.

Facilidades que se dan al comienzo del proceso, pero que después el laberinto burocrático devora y estanca, con listas de espera para renovar el Número de Identidad de Extranjero (NIE) de “más de un año”, algo imprescindible para seguir el proceso, conseguir la carta blanca y posteriormente la tarjeta roja.

Para Gabriel, el proceso comenzó cuando llegó como visita a casa de su hermana, donde se empadronó y consiguió el número de la Seguridad Social antes que la carta blanca, el documento que permite al solicitante de asilo permanecer en España de manera regular mientras se resuelve la solicitud de asilo.

Las vueltas de la vida le llevaron a labrarse un proyecto de vida haciendo zapatos, algo con lo que era feliz, “al parecerse más al mundo del arte”, pero que la pandemia le obligó a dejar para que, sin darse cuenta, el mandil y los utensilios de cocina se convirtieran en sus pinceles y brochas.

Andalucía se cruzó en su camino de forma errónea y fortuita, lo que le llevó a tener que malvivir durante días dentro de uno de los búnkeres que se pueden ver desde la playa de las dunas, en Mazagón, hasta que poco a poco “la cadena de favores” y el trabajo en hostelería de jornadas interminables y sueldo escaso le ayudó a encontrar su sitio en esta provincia onubense, aunque para él, Europa aún no sea su “zona de confort”.

Su periplo le ha forjado el carácter. No le da miedo reinventarse porque según él, cuando has tocado fondo, sabes como trabajar para salir de ahí. Ceballos no tiene miedo a los fracasos, “en el teatro se dice que hay que celebrar las derrotas, para que no se olviden”.

Observa su Venezuela natal con el cariño del que se ha ido, con la convicción del que no piensa volver; el temor de que los resultados de las elecciones presidenciales terminen en “algo peor” es real.

“Si la gente no se pone las pilas, quedará así, hay mucho conformismo dentro de Venezuela”, ha expresado recordando a los jóvenes que en 2014 comenzaron protestas estudiantiles en todo el país. “Se levantaron y hubo mucha muerte de por medio, pero el régimen los condenó al mundo del olvido”.

Para el joven venezolano vienen días largos y complicados, “hasta que se duerma el pueblo o estalle. Venezuela ahora mismo es un monstruo dormido”

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