La verdad, la verdad, es que no acabo de salir de algo más que mi asombro a la vista de lo que está sucediendo en la paria España que nos ha tocado vivir y caemos en la simple comparación del bien y del mal si lo aplicamos a esta Huelva de mis amores y de tantos y tantos onubenses que llevan en su corazón, ahora precisamente, las siglas que nos están haciendo despertar de algo más que una pesadilla y a la vista de una etapa como aquella de nos alumbró el Polo de Promoción Industrial y el Plan de Promoción Turística de la Costa de Huelva. Sí, porque casi de la noche a la mañana, como suele decirse, poco más o menos ya estamos inmersos en una tercera revolución aunque hay quienes opinan que la segunda la hemos pasado casi sin darnos cuenta (¿)…
Sí, trataré de aclararme porque creíamos que esa tercera revolución industrial ya estaba en marcha y de pronto surge algo parecido a esa pseudo maldición de nada más y nada menos que un ministro que jalea y alardea de un puto jefe al frente de toda una bendita nación que ansían desmantelar para favorecer a unos pocos y desprecian a casi el resto y dentro de ese resto a la región o comunidad -tanto monta- que conocemos como Andalucía y a una provincia que -¡ojo al dato!- lo tiene ¿todo? y ha dado a lo largo de la historia pasos de gigante que todavía nos asombran como -nada más y nada menos- descubrir todo un continente hasta entonces desconocido y cinco siglos después demostrar que el viejo y el antiguo continente estaban a tiro de pájaro gracias a las proezas de un marino genovés avalado por un pueblo que aportó medios y hombres y más tarde, siguiendo la historia, demostró que todo era posible… ahora también por el aire.
Si hasta se llegó a decir que Huelva era el culo de España, una expresión cuyos orígenes desconocemos y que tienen un gran parecido con lo del puto jefe que todo lo puede y que parece no querer saber nada de Huelva salvo si disponer períodos de descanso en un Parque Nacional que sufrió o estuvo a punto de sufrir daños de tal calibre en 1998 y supuso el cierre de una mina, la de Aznalcóllar, en Sevilla, claro, por un vertido tóxico que Dios nos libre si el hecho hubiese tenido su origen en Huelva. Si , todo un cuarto de siglo de espera para reabrir la mina gracias a 50 millones de euros para gestión ambiental y sin evacuar el tema y, trasladándonos o situándonos en Huelva, a un kilómetro de la Isla Chica o del lugar del viejo Estadio Municipal de Deportes, vemos con algo más que resignación -aquí sí cabe lo de bestialidad, palabra o expresión que enarboló el ministro responsable de las infraestructuras para desechar algo más que el viejo proyecto de completar la alta velocidad Madrid-Huelva pasando por Sevilla, “total, para ahorrar diez minutos en un trazado en el que ahora mismo se invierten como 90 minutos”-. Sí, casi ná, para un ministro cuya subdelegada gubernamental en Huelva anunció su visita en junio y puede que olvidase decir que “del año que viene”.
A Huelva le llueven las bofetadas por todas partes, y fíjense cuánta ignominia dejar fuera a Huelva como subsede del mundial de fútbol de 2030; vamos, que no tuvieron bastante con, a menos de un centenar de kilómetros en línea recta (¿), dejarnos fuera de la Expo-92, conmemorativa de una gesta iniciada precisamente en La Rábida-Huelva y, para como si fuésemos niños pequeños, contentarnos con un Consejo de Ministros en el monasterio franciscano, “oficina” de don Cristóbal en los preparativos del descubrimiento. Sí, hoy, desde mediados los 60, una factoría echando mierda en las marismas del Tinto, seguimos esperando la solución a un problema que ni por asomo consentirían en Sevilla, Madrid o cualquier provincia catalana o del País Vasco. Y más: el Partido Popular ha vuelto a lamentar el “desprecio del Gobierno” con Huelva en algo tan esencial como el AVE de tan mal agüero, “anulando la declaración de interés general del aeropuerto de Huelva… a pesar de una declaración de interés general que conseguimos en 2009. Sí, ya está bien, y ¡a la calle! una vez más, como aquel 3 de marzo que evitó tener que ir a la Universidad de Sevilla como si se tratase de cambiar de barrio. ¡Ah! Otro día ¡más!
