Algo más de una década nos separa de uno de los asesinatos más crueles que hemos podido vivir en esta sociedad actual. José Bretón, un criminal parricida, acabó con la vida de sus dos hijos, Ruth y José, de 6 y 2 años respectivamente, quemándolos en una hoguera, en una trama bien orquestada con el objetivo de hacerle daño a la madre de los pequeños y pareja en aquel entonces en proceso de separación: “Casi lo consigo, me faltó solo un poco más de suerte”.
Fue el 8 de octubre de 2011, en Córdoba, donde perpetró su escalofriante crimen, estremeciendo los cimientos de toda una sociedad y dejando una cicatriz imborrable. De este monstruo poco podemos decir a estas alturas, todos vivimos aquellos momentos de angustias y dolor, de mentiras, manipulación y un miedo colectivo que embriagó a toda España. Quiero resaltar que todo ello lo construyó con raciocinio, en plenas facultades mentales y con los objetivos bien claros y definidos; organizando hasta el más ínfimo detalle.
Aún con aquellos trágicos recuerdos en nuestras mentes, en breve saldrá a la venta un libro escrito por Luisgé Martín, dando voz a uno de los hombre más odiado de este país, generando de nuevo una cobertura mediática y la atención a un criminal que volverá a concebir ese sensacionalismo, trivializando el sufrimiento que se vivió en aquellos momentos. Comercializar con el dolor, con la agonía de aquella madre rota, Ruth, es cuanto menos incomprensible y deleznable, prolongando una angustia que necesitamos olvidar.
Aquellos que sufrimos dicho incidente ya contamos con su futura salida en menos de 30 años, algo que rechazamos, pero sabemos que dicha confesión es prioritaria para ello, así como que acepte terapia en busca de cualquier absurda patología que se adapte a su situación y condición de asesino, sumándole a todo esto que se lucren con un libro, él o cualquier otro, dando más valor al escritor y al asesino, que a los propios niños. Me niego a leer dicha historia, a comprar este ejemplar de la muerte y a darle voz a quienes merecen ser aislados para toda la vida.