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La Virgen le ha devuelto la vida

José Manuel Garrido sufrió un infarto en el Llano tras acercarse al paso de la Virgen del Rocío, que asegura que le ha salvado la vida

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  • Garrido, junto a su mujer, muestra su medalla y la camisa que llevaba ese día -

La fe rociera está cincelada por un sinfín de mitos y de hechos; es pasión colectiva que componen un millón de historias y de sentimientos individuales, y uno de estos es el estupefacto agradecimiento que José Manuel Garrido Sánchez tiene por una virgen que le ha devuelto la vida.

Rociero con 30 años de presencias intermitentes con la Hermandad de su pueblo, Trigueros, en esta ocasión, no hizo el camino, pero decidió tomar una habitación en la Casa de la Hermandad con su familia (por los que siente pasión y amor sin fisuras): su mujer Mari Carmen, sus hijos: José, que trabaja y vive en Madrid, Mari, profesora en Valverde (y su marido, David), y la más pequeña, Marta, que estudia tercero de ESO.

No sospechaba José Manuel al llegar el viernes para vivir el Rocío como no lo había hecho hasta ahora, las connotaciones que iba a tener el Pentecostés más singular de su historia rociera. Un lunes con recuerdos dispersos, con 20 horas que se han borrado de su memoria. Porque, se quedaron dormidos, y no despertaron a tiempo para la recepción ante el Simpecado en la Casa Hermandad, pero marchó con su mujer a verla en el Llano, donde comprobó una vez más, la magnitud de la procesión y donde animoso pasó el tercer circulo de portadores, vio que el segundo no era muy prieto y también, y pidió a los almonteños que le dejaran acercarse a los varales; éstos generosos en sus códigos, lo acercaron y pudo palpar la gloria agarrando una de las columnas de recia plata del paso, toda una aventura fervorosa que iba a dejar paso a otra no menos fuerte: inmediatamente después de apartarse de la Señora se sintió mareado y se desplomó. Allí empezó otra procesión, la suya con el personal del 061 que lo trató de urgencia del infarto sufrido, allí mismo frente a la Virgen que lo puede todo y que, desde luego, no había decidido que era su momento todavía.

Las urgencias y la cura
Trasladado en helicóptero al Hospital Juan Ramón Jiménez de la capital onubense, ha necesitado una operación en la que se le ha implantado un marcapasos cuyo vendaje en el pecho enseña a las visitas feliz de haber vuelto a nacer; que es lo que dice José Manuel que le ha ocurrido, pues asegura con vehemencia, que hay entre 20 y 24 horas de aquella jornada, de las que no tiene consciencia, pero no como cuando has bebido de más y lo del día anterior está como en una nebulosa o como cuando vuelves de un sueño especialmente profundo: es como haber muerto, “porque creo que estuve muerto” y volver a la vida.

Curiosamente, señala unas sevillanas que trae escritas en una chuleta antes de despedirnos: “Hay quién se burla, compadre, de las cosas del Rocío/Gente que nunca han llorado/yo los he visto enmorecíos/agradeciendo un milagro a la Virgen del Rocío/Yo te perdono compadre/que to el mundo se equivoca/si tu no has visto ala Madre/Porque no te callas la boca”.

Si la fe y las creencias son algo individual, cada uno sacará sus conclusiones, pero es difícil hacer dudar a los rocieros del infinito poder de su Madre. José Manuel lo sabe ahora más que nunca y por eso está agradecido.

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