Peres, encargó al líder del derechista Likud la formación de un ejecutivo de coalición, labor que Netanyahu dijo afrontar con gran responsabilidad y con el objetivo de proveer de paz y seguridad al país.
Peres le entregó en un acto celebrado en su oficina de Jerusalén una misiva con la que oficializó la petición, al concluir poco antes la última ronda de contactos con representantes de las doce formaciones que integrarán el Parlamento israelí (Kneset).
Netanyahu, quien ya fuera primer ministro entre 1996 y 1999, dispone de cuatro semanas para formar una coalición, y de otras dos adicionales si así lo requiriese, según estipula la legislación.
Es la primera vez en que el jefe del Estado encarga formar gobierno al dirigente de un partido que no obtuvo el mayor número de diputados en los comicios, celebrados el pasado 10 de febrero, pues el Likud obtuvo un escaño menos que el centrista Kadima, de Tzipi Livni, que logró 28.
Sin embargo, el ascenso de la derecha garantiza a Netanyahu una base sólida de 65 diputados de los 120 que integran la cámara, lo que ha inclinado la balanza a su favor.
El apoyo más pesado que sentenció las posibilidades del jefe del Likud en detrimento del Kadima, fue el del niño-malo de la política israelí, Avigdor Lieberman, jefe del ultraderechista Israel Beitenu, quien dio a conocer su respaldo a Netanyahu.
Esa formación, la tercera en importancia con quince escaños, a la que se suman los ortodoxos sefardíes del Shas, con once, y otros partidos menores judíos del ala ultra-nacionalista, garantizan a priori que Netanyahu será el próximo jefe del Ejecutivo.
Sin embargo, el dirigente del Likud no se conforma con esa coalición, que a todas luces –apuntan analistas– chocará con la flamante Administración estadounidense por su rechazo a cualquier tipo de concesión a los palestinos.
En su lugar, busca incorporar a su gobierno al Kadima y al Partido Laborista, cuarta formación en liza que sufrió el peor descalabro de su historia al obtener apenas 13 diputados.
Y para ello, argumentó ayer, que “la amenaza nuclear que supone Irán” y la crisis económica actual llaman a formar un gobierno de unidad nacional.
“Emplazo a la dirigente del Kadima Tzipi Livni y al jefe del Partido Laborista Ehud Barak y les digo: Unámonos para garantizar el futuro del Estado de Israel. Pido reunirme con vosotros primero para debatir (la posibilidad de formar) un gobierno de unidad nacional por el bien del pueblo y del estado”, manifestó Netanyahu.
SU PERFIL
Netanyahu vuelve a hacerse con las riendas de Israel tras años en la sombra y a la espera de su oportunidad, aunque el triunfo ha sido conseguido por escaso margen.
De conocidas ambiciones de poder y retórica populista, Netanyahu, de 58 años, ha estado en los últimos meses casi impertérrito, a sabiendas de que los sondeos le situaban a la cabeza.
Tras los comicios de 2006 que dieron al Likud el peor varapalo de su historia al obtener sólo 15 diputados, en los del pasado 10 de febrero la formación conservadora ha repuntado, así como otros partidos de extrema derecha.
Atrás quedó la política zigzagueante y los escándalos de corrupción en los que se vio envuelto cuando desempeñó el cargo de primer ministro por supuesta estafa al Estado, que también afectaron a su esposa Sara.
Como ahora, su ascenso al poder en 1996 se inició con muchos apoyos, y aunque después se ganó la enemistad de diversos sectores y durante su gobierno aumentó la crispación social, su instinto político le ha mantenido siempre en la palestra.