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Miércoles 29/05/2024  
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El Puerto

“A medida que uno va cumpliendo años, pesa más la responsabilidad”

Con 40 años en el oficio de la interpretación, y con un sinfín de proyectos en mente, el actor catalán llega al teatro con ‘A cielo abierto’

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  • A CIELO ABIERTO -

Este sábado llega al teatro Pedro Muñoz Seca una historia de amor contrapuestos. De la mano de José María Pou y Nathalie Poza, ‘A cielo abierto’ invitará al espectador a reflexionar sobre el amor y que, a pesar de todo, éste no siempre gana, puesto que en las relaciones personales entran en juego otros condicionantes.

¿Cómo está funcionando esta obra?

Esta obra está funcionando en todos los teatros de toda España, y quedándose la gente en la puerta sin localidades desde hace mucho tiempo. La obra se estrenó en el Teatro Español en el mes de marzo y estuvimos seis semanas agotando localidades, con el teatro abarrotado y nos fuimos de Madrid sin que mucha gente pudiera verlo, con lo cual tendremos que volver. Y ahora, en la gira que estamos haciendo por toda España, estamos llenando los teatros y entusiasmando a la gente. De todas maneras, esta obra ya la había hecho hace diez años, en Barcelona, en catalán, en dos temporadas, entre 2003 y 2004 y ya entonces fue un gran éxito.

¿Qué ofrece ‘A cielo abierto’ al espectador?

La obra cuenta una historia de amor entre dos personajes de dos generaciones distintas, un hombre de 60 años y una chica de 30, y la historia de amor pasa por una serie de conflictos e  inconvenientes que les separa. Pero el  hombre, después de algunos años y de haberse separado, acude a la casa de la chica pidiendo una segunda oportunidad porque quiere reanudar esa historia de amor que se interrumpió de manera traumática. Y ahí los dos, en esa noche de reencuentro, después de seis años sin verse, estudian si es posible continuar esa historia de amor. Esa es la función que explica cómo dos amantes luchan desesperadamente para mantener a flote una relación que se les va de las manos. Y ahí hablan de cómo es cada uno, su manera de ver el mundo, el concepto que tienen de la vida, y el espectador va descubriendo dos personas con un concepto muy distinto de lo que debería ser el mundo. Mientras que él es una persona más de derechas, un multimillonario, que viaja en limusina… ella es una pobre maestra que trabaja con el sueldo de maestra y además trabaja en un barrio marginal con gente desfavorecida, con familias desestructuradas, con lo que ella se entrega completamente a la sociedad en la que vive, ayudando a los más desfavorecidos. Y estas dos personas, con estas dos visiones tan radicales, es lo que enriquece la historia y hace plantearse si es posible el amor entre dos personas que piensan de esa manera tan diferente.

Con lo cual descubrimos que, a veces, el amor no todo lo puede, ¿no?

Por descontado. El amor no todo lo puede, el amor no es esa cosa romántica, literaria que nos han contado tanto a través de las películas y en las novelas. El amor hay que construirlo paso a paso y depende de muchas cosas, pero esa cosa que llamamos enamoramiento y la fiebre inicial depende de otras muchas. Sin embargo, hay un momento determinado en el que las parejas, quieran o no, tienen que contrastar sus opiniones acerca de muchas cosas y cuando éstas dos tienen un enfoque tan radicalmente distinto del mundo en el que deben vivir, ninguno de los dos estará satisfecho. De todas formas eso son grandes palabras, pero sin analizarlo, esto pasa en muchas historias de amor cada hora, cada minuto… pero la gente ya no se da cuenta. Una de las cosas de la función es que la política o cómo está organizado el mundo influye en el amor y esto puede ser bueno o malo, dependiendo de las circunstancias que envuelven a la persona.

En esta obra también hace de director, ¿resulta complejo combinar ambas facetas?

Es un trabajo doble, supone mucha más cantidad de trabajo y supone mayor riesgo. Yo he sido actor toda mi vida y nunca me había propuesto ser director, pero me parece una consecuencia lógica en mi carrera, sobre todo, cuando uno lleva ya tantos años y ha aprendido mucho de maestros anteriores y llega un momento en el que tiene casi la obligación moral de pasar el testigo. Un actor cuando se va haciendo mayor y ha trabajado con muchas personas, si no es un trozo de madera, habrá aprendido algo lógicamente y esas cosas que he aprendido, tengo obligación de emplearlas, diciéndole a los compañeros y, sobre todo, a la gente joven, y este es el motivo que me ha llevado a dirigir los espectáculos.

¿Surge ahora también mucho más la autocrítica?

Sí, claro. A medida que uno se va haciendo mayor, y yo llevo 40 años en este oficio, la autocrítica no es que surja ahora con más fuerza, sino que siempre ha estado ahí. Sin embargo, y a medida que uno va cumpliendo años y si ha llevado una carrera más o menos digna y de éxito, lo que pesa, cada día más, es la responsabilidad. El hecho de que sepas que haciendo espectáculos, el público tiene confianza en ti porque te has ganado esa confianza a lo largo de representaciones anteriores, pues lleva un sentido grandísimo de la responsabilidad y como no, de la autocrítica, pero en mi caso una cosa que me obsesiona es el miedo, cada vez mayor, a defraudar. Durante muchos años, sabes que hay una serie de personas que pagan un dinero por ver un trabajo que has hecho porque les gusta tu manera de trabajar y esto crea un gran sentido de la responsabilidad y entonces uno sabe que no puede defraudar. Hay gente que dice que se está muy nervioso al principio de la carrera y que a medida que pasan los años se pierden esos nervios… es justamente lo contrario: a medida de los años te pones más nervioso, porque cuando eres joven te juegas muy poco si tu trabajo sale mal, en cambio, cuando eres mayor y llevas una buena carrera, es un batacazo que uno puede darse.

A lo largo de su paso por los escenarios con esta obra, ¿ha tenido algún ‘incidente’ o anécdota destacable?

No, especialmente. Aunque sí me pasó hace dos semanas en una función de Valladolid que sonaba a lo largo de la función, varias veces, distintos teléfonos móviles hasta que llega un momento que uno se cansa, porque este sonido estropea el clima que se crea durante la representación. Y el número de veces que sonaron estos teléfonos móviles me pareció excesivo y hubo un momento que paré la representación y le dije al público que “así no podíamos continuar”. Es que sino, no sólo no le estamos estropeando la función a los actores, sino que los propios espectadores, que cada vez que suena un móvil, se distraen de la escena. Y lo que pasó trascendió porque había un periodista en el público y es interesante porque así la gente toma conciencia, pero yo no le doy mayor importancia, porque no es la primera vez que lo hago, y pasa en muchas funciones. En el cine también pasa, pero quizá nos damos menos cuenta, pero en el teatro cuando se consigue gracias al trabajo de los actores la atención de los espectadores, esos silencios maravillosos, un teléfono móvil rompe toda la magia y toda la concentración de los actores y el público.

Hablemos un poco de su personaje, ¿cuáles han sido los aspectos más difíciles a la hora de interpretarlo?

Lo más difícil es meterse en la piel del personaje y creerse que es el personaje y cuando el personaje es tan radicalmente distinto a ti, te cuesta mucho entenderlo para poder creértelo. En este caso, hay un aspecto de Tom que yo no comparto en absoluto que es el aspecto de el Tom vanidoso, engreído y que se cree superior a los demás. Eso es lo que quizá me ha costado más a la hora de interpretar. Pero hay otra parte del personaje, que es la de un hombre enamorado, capaz de hacer lo imposible por defender su amor, y que ahí le entiendo perfectamente. Es un Tom muy humano, es la parte que más me gusta y que es más fácil porque la entiendo mucho como ser humano, que nos pasa o nos ha pasado a todos continuamente. Esto es algo que sucede con cada personaje al que te enfrentas.

Al margen de esta obra, usted también ha trabajado en cine y televisión, ¿en qué medio se siente más cómodo?

Pues en cualquiera de los tres, a mí lo que me gusta no es el medio, sino el personaje que hago y la historia que se cuenta, en qué historia se está metiendo ese personaje, eso es lo que más me importa. Yo no elijo el trabajo por el hecho de que sea en teatro, cine o televisión, si me gusta el personaje lo hago. Eso en principio, pero avanzando un poco más, yo diría que el teatro, por el hecho de ser en directo, es el único lugar de los tres en que el actor se puede sentir absolutamente responsable de su trabajo porque cuando salimos a un escenario lo que hacemos llega al público, sin intermediarios. Y esto es muy gratificante para los actores, es muy jugarse la vida. En cambio, en el cine y la televisión se puede volver a repetir, se tienen tres o cuatro tomas distintas de cada escena, y en la sala de montaje se elije cuál es la mejor. Y esto en el teatro no pasa nunca, porque el actor sabe que nunca se recortará lo que ha hecho. En este aspecto, me decantaría por el teatro, pero también me gustan el cine y la televisión.

En relación al tipo de personaje, ¿por cuál se decanta?

No tengo predilección por nada. Me gusta un personaje que sea creíble y que sea interesante mostrárselo al público, desde el más malo y el más sangriento, hasta el más santurrón.
Desde su punto de vista y su experiencia, ¿cuál es la clave para que un actor llegue a ser versátil?
Eso depende de la capacidad de ser creíble. Lo ideal y lo perfecto es  que te tiene que dar igual lo cómico que lo dramático o un personaje maravilloso. El actor tiene obligación de desaparecer él como persona debajo de la piel del personaje y el que es actor tiene capacidad para ser lo más versátil posible. El que sólo sabe hacer un tipo de personaje y los repite una y otra vez, será un actor, pero es limitado, en cualquier caso, a un solo personaje. Y el truco, o la esencia del actor es creerse lo que uno hace. Porque el actor es un mentiroso, es un embustero. El mejor actor será siempre el más mentiroso, el que mejor sepa engañar y mentir.

De cara al futuro, ¿qué proyectos tiene?

En este momento, al mismo tiempo que estoy haciendo la gira, estoy dirigiendo una función en Madrid que se va a exponer en el festival de Mérida en el mes de julio, una función en la que se han reunido cuatro importantísimas actrices de este país. Está Carmen Machi, Aitana Guillén Cuervo, Ana Torrent y Nathalie Poza, estoy construyendo un espectáculo que se llama ‘Fuegos’. Y cuando termine el estreno de ‘Fuegos’, me pondré a ensayar otra función, en esta ocasión también como director, ‘Los hijos de Kennedy’ que van a protagonizar, de momento sólo puedo decirte que Maribel Verdú, pero va a ser un reparto estelar con cinco primerísimas actrices y actores. Y cuando haya estrenado ‘Los hijos de Kennedy’, en Barcelona, en el Teatro Nacional de Cataluña, en octubre, estrenaré como actor la función ‘Tierra de nadie’. Y estos son los proyectos más inmediatos.

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