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Las castañas, icono de la crisis

Venta de castañas cuando el térmometro marca una temperatura por encima de los 30 grados. Buscar dinero como sea

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Era el día 1 de octubre. Pasaban algunos minutos del mediodía y conducía el coche a la altura de la parroquia de Fátima cuando me sorprendió el humo de un puesto de castañas. El termómetro marcaba una temperatura por encima de los 30 grados. No era muy normal la estampa, pero es que ese mismo día me encontré con más puestos. Siete castañas, un euro. Creo que el año pasado eran ocho las castañas que cabían en el paquete. Parece que no hay esquina que se salve de tener un puesto de castañas. Y es que hay que sacarse los euros como mejor se pueda o mejor se sepa. Y de forma honrada. Aunque sea vendiendo castañas con una temperatura veraniega. Las cosas de la crisis. En los últimos años, en estos años de crisis interminable, los puestos de castañas adelantan una barbaridad su puesta en escena y, además, se multiplican de forma importate. Indiscutiblemente las castañas se han convertido en el icono de la crisis, de la búsqueda de dinero para unos bolsillos escuálidos. Como antes se vendían los palmitos o pasaba  por la calle, siempre a la hora de  la siesta, el hombre que vendía los higos chumbos. O como llegaba a la casa cada semana el vendedor de los huevos o llamaba a la puerta el ditero para que la madre pagase el pantalón que le había comprado días antes o como llegaban los manchegos, vestidos a la usanza, a vender sus quesos o, incluso, llegaba el lechero a la misma hora que el panadero. Eran tiempos, los principios de los años 60, en que la gente se buscaba el dinero, entonces pesetas, de mil y una maneras, donde la venta a domicilio era el pan nuestro de cada día. En tiempos de crisis hay que agudizar el ingenio. En tiempos de penurias hay que buscarse las papas de la manera que sea, siempre desde la honradez, y por eso se escucha ahora más que nunca que la gente se va al campo a encontrar lo que pueda o que, a veces, la pesca no se convierta en un recurso para pasar la tarde o la noche del sábado, sino que sea una necesidad para llevar pescado a coste cero a los fogones. Las castañas me han recordado tiempos antiguos, esos años de mi niñez en los comienzos de los 60, con sus peculiaridades

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