La pasión no debe estar nunca ligada a ciertos actos de hostilidad y negativos episodios que puedan ensuciar la fiesta que supone disputar un encuentro de fútbol con las connotaciones además que se derivan de un partido, un año más, entre Sevilla y Betis en esta ciudad.
Atrás quedaron aquellos enfrentamientos entre directivas y aficionados que exteriorizaban tan pésima imagen a nivel nacional e internacional, que se convertían poco menos que en una muestra de nulo civismo y batallas irrisorias con el deporte rey como excusa cada vez que el derbi sevillano ocupaba los titulares de los principales medios de comunicación habidos y por haber.
Muchos son los que piensan que el factor fundamental que ha terminado por unir a dos bandos tan divididos por la dualidad que Sevilla y su historia otorgan a los sevillanos; la han acercado Antonio Puerta y Miki Roqué.
Un hecho que convulsionó sin distinción de colores a béticos y sevillistas; lo cuales a partir de entonces, no han dejado de obsequiarse el merecido y mutuo respeto que una desgracia de tal calado puede llegar a aunar de esa manera.
Desde mediodía, los primeros en dar ejemplo fueron en este sentido los dirigentes de sendas instituciones en el marco de la tradicional de la comida oficial que tanto Betis como Sevilla suelen realizar en las horas previas al encuentro; en este caso, con el Ramón Sánchez Pizjuán como escenario de la misma.
José María del Nido y Miguel Guillén, quienes se fundían en un efusivo abrazo, encabezaban sus respectivas expediciones amén de la presencia en dicho almuerzo del alcalde de la ciudad, Juan Ignacio Zoido y el presidente de la Federación Andaluza de Fútbol, Eduardo Herrera.
Por parte rojiblanca, la anfitriona en la jornada, acudieron además el vicepresidente José Castro, el subdirector general deportivo, Monchi; el subdirector general de Organización y Gestión, Manuel Vizcaíno, y el consejero José María del Nido Carrasco.
Pablo Gómez Falcón, y los consejeros Fernando Criado, Fernando Casas, Isabel Simó y Manuel Domínguez Platas completaban el plantel directivo en los verdiblancos.
Anécdota curiosa la de Del Nido padre e hijo al enfundarse la camiseta nervionense mientras observaban el entrenamiento que, por motivos de seguridad, celebró el conjunto de Emery en el césped.
Consejos de administraciones y diversas personalidades de la sociedad sevillana a un lado, las aficiones no fueron menos a la hora de demostrar compostura y buen hacer en todos los aspectos.
Espectáculo precioso de colorido y explosión de júbilo rojo la que los sevillistas exhibieron en la llegada del autobús con los futbolistas del Sevilla a bordo ante el delirio de todos los presentes.
Por otro lado; ni el autocar heliopolitano que partía del Villamarín ni el millar de béticos que también se dieron cita desde los aledaños del estadio verdiblanco una vez retiradas sus correspondientes localidades, tuvieron problemas para poder llegar sin registrar incidente alguno a territorio rival acompañado en todo momento por miembros de la Policía Nacional para evitar cualquier altercado.
Sin embargo, no sólo se vivieron las emociones propias de un derbi sevillano en los alrededores y el interior del recinto de Nervión, sino que la barriada de San Diego, fue testigo de la fraternidad con la que se resume 24 horas de sevillanía y deportividad.
La crisis unificó en una a las dos peñas que hasta el 1 de julio (reconocida un mes después), colindaban una junto a la otra a escasos metros.
Y es que esta Peña Cultural Sevilla-Betis es el arquetipo de dos aficiones que pueden presumir ante el mundo.