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16/06/2024
 

El sexo de los libros

Sergio Pitol y el arte de la fuga

“El protagonista de mis relatos soy siempre yo y Tolstói está en todas partes”, ha afirmado Pitol invocando como premisa fundamental el binomio integrado por literatura y vida.

  • Sergio Pitol

El Premio Cervantes 2005 le fue concedido al mexicano Sergio Pitol “por sus reflexiones sobre el arte de escribir, su anticipación a la fusión de los géneros y por su dimensión cervantista”. De Pitol se ha dicho siempre que era un raro, un escritor de culto, un heterodoxo, un excéntrico. Estas etiquetas suelen ser confusas, ya que suponen un doble filo en los siempre discutibles criterios clasificatorios que, la mayoría de las veces, sirven más para ocultar que para descubrir.

“La literatura y sólo la literatura ha sido el hilo conductor de mi vida”. Para Pitol, la literatura es un absoluto. En alguna ocasión él ha hablado de grafomanía en relación a su propia actividad como escritor.

Es el caso de un escritor desbordado por su propia escritura y por la naturaleza de su propio lenguaje; e incluso también por su extenso, intenso, polifacético y universalista  dominio  cultural. Es decir, un caso de cosmopolitismo en el sentido más sólidamente riguroso del término. Porque existe una versión frívola, superficial y errática del modo cosmopolita que, normalmente, se traduce en simple lujuria geográfica y en anodino pretexto. En Pitol, la necesidad de viajar le vino impuesta, primeramente, por su condición de diplomático; y, después, por su inevitable y sincera pasión por conocer el  mundo en que habitaba.

“El protagonista de mis relatos soy siempre yo y Tolstói está en todas partes”, ha afirmado Pitol invocando como premisa fundamental el binomio integrado por literatura y vida. Una literatura, en esencia autobiográfica, en la cual lo autopoético es un factor básico de cohesión: “Casi toda mi narrativa guarda una estrecha relación con mi vida”. Pero, en la dimensión en la que sitúa Sergio Pitol esa inclinación autobiográfica circula y se realiza de una manera oblicua, calificativo muy usado por el escritor mexicano. Todo en Pitol es oblicuo: desde su técnica discursiva hasta la utilización de la memoria, como también el sueño, el tiempo, su lógica subjetiva y su visión de la realidad; y, en este último aspecto concreto de la perspectiva de lo real y de las cosas, la mencionada oblicuidad conecta perfectamente con aquella tendencia a lo excéntrico, ya señalada, que, a su vez, determina en Pitol una percepción insólita y paradójica del ser y el acontecimiento.

Lo oblicuo en Pitol incluye un amplio catálogo de materiales y categorías, aunque no se trate de una fácil cuestión de aplicabilidad inmediata sobre un específico índice temático. En el polifónico universo de Sergio Pitol el elemento desencadenante está marcado por la intención de unificar, oblicuamente, vida y literatura. ¿Sería posible introducir en este momento nociones como lo arbitrario o lo aleatorio? Tanto una como otra instalan a cualquier escritor en un ámbito de alto peligro por razones de procedimiento, dosificación y rentabilidad estética.

La memoria oblicua coincide con el desorden de la memoria y ello no es sino una tautología cuya máxima dificultad estriba en cómo conducirse en el interior del  maremágnum de los recuerdos. Pero Pitol nunca abusa de esa vorágine de las  reminiscencias. La geografía oblicua, por ejemplo, plantea un riesgo de disfuncionalidad que el autor de El arte de la fuga sabe esquivar con suma destreza en su obra.

La escritura de Pitol continuará siendo ilimitada: “Uno es los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos […] “.             

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