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“Toda persona tiene su historia y es bueno que quede escrita”

Germinal Manzano es un hombre cordial, agradable de trato como toda la gente que se ha criado o ha vivido en el campo. Tiene la timidez de los hombres rudos, hecha de movimientos torpes

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  • Germinal Manzano. -

Quedamos a las siete en la taberna del Huerterito, en la calle Sevilla. Me ve llegar desde la puerta del establecimiento y señala el reloj como diciéndome que he sido puntual. Como saludo me dice que a él también le gusta la puntualidad, así que ya somos dos. La taberna del Huerterito suele ser un lugar ruidoso, donde los hombres conversan apoyados en la barra y la televisión habla y habla sin parar, a veces para nadie. También hay unas cuantas sillas y en una de ellas nos sentamos. A la hora en que nos reunimos, las siete de la tarde, no hay más clientes que nosotros dos, así que la taberna es un oasis de silencio.


Germinal Manzano es un hombre cordial, agradable de trato como toda la gente que se ha criado o ha vivido en el campo. Tiene la timidez de los hombres rudos, hecha de movimientos torpes.

Lo primero es lo primero: ¿Por qué se llama usted Germinal?
— Germinal es un nombre francés. Mi padre me lo puso cuando la República, porque yo nací doce días antes de empezar la Guerra Civil; nací el seis de julio del treinta y seis. Sobre esto del nombre tengo una anécdota muy curiosa: un día, te estoy hablando de mil novecientos cincuenta y seis, me llamaron del Registro Civil y un señor que me atendió me dijo que por qué no me cambiaba el nombre. Este señor me dijo que podía ponerme José, o Manuel, pero yo le dije que estaba a gusto con el que tenía, que me gustaba llamarme Germinal. A fin de cuentas, el funcionario del Juzgado me dijo que avisase a mi padre para que fuese al Registro, pero cuando se lo comuniqué a mi padre éste me dijo que si del Juzgado querían algo que fuesen a verlo a él al campo. Y hasta ahora. Nadie vino a ver a mi padre y yo me quedé con mi nombre.


¿Y de dónde le viene a Germinal Manzano la afición a la escritura?
—Siempre he pensado en escribir mis recuerdos, para que no se pierdan. Creo que toda persona tiene su historia y es bueno que quede escrita para que al menos sus familiares conozcan cómo vivió. Yo publiqué mis memorias y me siento bien, porque sé que de alguna manera no se van a borrar nunca, que van a quedar escritas. En esto me ha ayudado mucho la tonadillera de Algar Laura Gallego. Yo soy muy amante del flamenco. Me gusta el cante de Caracol, Rocío Jurado, Lola Flores, etcétera, y después de informarme y acarrear datos, escribí una biografía sobre Laura Gallego. Y un día me dije: si soy capaz de escribir de Laura Gallego, que es una muchacha que está empezando, por qué no voy a escribir de mi propia vida. Entonces me lancé a poner en orden mis recuerdos. Y ahora, como también soy un enamorado del toreo, me he embarcado en un libro sobre el torero de Jerez Juan José Padilla.


De esto quería hablarle, porque Juan José Padilla es un torero muy especial, un hombre al que los toros le han partido la cara literalmente, hasta el punto de vaciarle un ojo.
—Juan José Padilla es un torero como no hay otro. Imagínate ponerte delante de un toro con un solo ojo. Yo soy aficionado al toreo desde muy pequeño. Fíjate que en mil novecientos cincuenta y siete mi hermano y yo fuimos a Jerez en bicicleta, a ver una corrida. Llevábamos veinte duros cada uno y la entrada valía diez. Después de la corrida de toros nos tomamos unas copas en la Feria y volvimos a Arcos con dos duros cada uno. Luego he seguido a los grandes toreros, como Curro Romero, Rafael de Paula, Antoñete, Antonio Ordóñez o Paquirri, que murió en Pozoblanco. De los toreros de ahora me gustan Manzanares, Pereda, el Fandi, y por supuesto Padilla, al que he ido a ver torear en el Puerto, Ubrique, El Bosque. Y aquí en Arcos, también lo he visto.


Usted no tuvo una infancia lo que se dice fácil. No hay más que ver su fecha de nacimiento, en las mismas puertas de la Guerra Civil. ¿Fue usted a la escuela?
—Qué va. Yo aprendí a leer y escribir en la mili. Un día el Teniente pidió que los que no sabían leer y escribir dieran un paso al frente. Yo lo dí. Otros, que tampoco sabían, no lo dieron por vergüenza. Pero yo no me avergonzaba. No pude aprender a leer porque tenía que trabajar en el campo. Con siete años ya andaba yo guardando bichos. Con lo que aprendí en la mili y una Enciclopedia y un libro de conductor que me compré, terminé de aprender.


¿Cuáles son sus proyectos actuales?
—Estoy pensando en escribir un segundo libro sobre mis memorias, un nuevo libro que abarque a  mis hijos y a mis nietos. Antes escribí de mis padres y hermanos y ahora le toca a ellos.


¿Cómo ve a la sociedad actual, a los jóvenes en particular?
—Los jóvenes de ahora están más preparados, más estudiados, pero nosotros les ganamos en experiencia. El futuro para ellos, creo, va a ser peor que el nuestro. Porque nosotros hemos ido de lo malo a lo bueno, de la escasez total a la abundancia, mientras que ellos se ven obligados ahora a hacer el camino contrario. Han crecido en la abundancia y eso se les ha acabado. Yo ya se lo advertía a mis hijos. Les decía: esto no puede seguir así, esto va a explotar. Y explotó. Además, ahora no hay espíritu de sacrificio. Nosotros éramos más sufridos, más fuertes.


Como aficionado a los toros. ¿Cómo ve el futuro de la fiesta?
—No lo veo claro. Y como todo, los problemas son económicos. El ganadero antes tenía subvenciones que ahora ha perdido. Además, antes había unas ciento cincuenta o ciento sesenta ganaderías, y hoy hay trescientas sesenta y seis, porque ahora cada torero que se retira monta su propia ganadería, como es el caso de Jesulín de Ubrique o Ortega Cano. Los empresarios tampoco tienen subvenciones y los precios de las entradas se han disparado. Con todo, no creo que la juventud le haya dado la espalda a los toros.


Sin darnos cuenta la taberna del Huerterito se ha ido llenando de parroquianos que piden cada uno su bebida preferida. Hasta creo que la televisión se ha puesto en marcha. Nos miran con curiosidad, como preguntándose qué hacen esos dos, hablando y anotando cosas en un cuaderno. Lo que estamos haciendo es hablar y escribir para que la vida de un hombre sea conocida por sus vecinos gracias a la prensa. Gracias a este periódico.

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