Le tengo pánico a los pasos de peatones. Como conductor y como peatón, sobre todo si están mal señalizados o mal ubicados. Y lo mismo puedo decir de los cruces del carril bici, en los que estoy convencido de que muy pocos saben quién es el que tiene la prioridad llegado el momento. José Antonio Díaz, el delegado de Movilidad, tiene mucho trabajo por delante al respecto para evitar desgracias personales -a uno de mis vecinos se lo llevaron por delante hace un par de semanas cuando iba en bici por la zona del centro, y también les puedo poner ejemplos de peatones a punto de ser atropellados por bicicletas, porque, definitivamente, el carril bici está mal hecho desde el momento en que le quita sitio a los peatones y no a los coches.
Por desgracia, las cuestiones relativas a la seguridad vial han copado nuestra atención esta semana. En el trabajo, en la barra de un bar, en casa, en cualquier tertulia, todos hemos hecho un hueco para lamentar lo ocurrido el pasado jueves en la plaza de las Marinas, pero también para advertir, que es una invitación a evitar: las redes sociales se han llenado de fotos y mensajes de particulares con ejemplos de puntos negros, porque el descuido humano a veces no influye de forma directa, sino que puede ser consecuencia de otro colateral, y todos podemos poner casos de dónde es necesario un repintado de señales horizontales, y de dónde priorizar: en calles próximas a centros escolares, por supuesto -el cruce de las calles Brasilia y Caracas es mi ejemplo-.
La semana ha tenido otros nombres propios. Empezó con el de María José García-Pelayo y ha terminado con el de Carmen Collado, que es la que ha ganado a los puntos por méritos propios: lleva el PSOE dos años machacando a la exalcaldesa a la espera de su comparecencia en un juzgado, y cuando llega la ocasión una de sus concejalas le roba todo el protagonismo.
Y todo porque Collado quiso abrir un debate -innecesario e inesperado- sustentado en una apreciación personal, que era asimismo la de su propio desconocimiento sobre la cuestión abordada. Nadie podrá negarle su derroche de sinceridad, como tampoco su falta de tacto ante un ámbito, el de las cofradías, que sigue siendo el gran desconocido para quienes sólo piensan que existen en Cuaresma y derrochan fondos en flores y bordados con hilo de oro.
No creo que sea el caso de Collado, que además regenta un área municipal en el que debe estar al tanto de la labor social de las hermandades, aunque su afán por reivindicar la visualización de la igualdad le haya llevado al laberíntico jardín de los aromas a incieso y azahar para recibir un inopinado reconocimiento cargado de respuestas, en especial por quienes se encargan de que se visualice esa igualdad en las cofradías jerezanas desde hace ya muchos años.
Y si la cosa no ha llegado más lejos es porque el PSOE tiene en Cádiz a un fantástico aliado en forma de coartada, de nombre José María González. Ustedes le conocerán por Kichi, aunque al parecer le molesta que le llamen por el apodo si no hay una confianza previa, y porque se lleva todos los titulares -vamos a llegar a la conclusión de que es una especie de trasunto de alcalde de España-.
No sólo es aliado del PSOE en sentido figurado -da la sensación de que lo utiliza como esas piedras mágicas que te colocan en el cuerpo para que absorban toda la energía negativa, o los cactus que ponemos al lado del ordenador para que retengan los electrones negativos-, sino que es el PSOE el que ha hecho posible su encumbramiento para después partirse la cara con él en los plenos -también en sentido figurado, aunque a veces con gestos muy feos-.
Tal vez porque piense que a quien combaten es a su persona y no a sus ideas, ha dicho González -Kichi para los amigos- que quien le insulta, insulta a todos los gaditanos. Por esa regla de tres, ¿quien insulta a Susana Díaz o a Rajoy nos insulta a todos nosotros? Sin duda, de lo que vamos sobrados es de personalismos y nombres propios, ya que las ideas soportan pocos combates, mucho menos si, como dice Julio Anguita, vivimos en un país “que se pone delante de un toro, pero ve un libro y sale corriendo”.