En el pellejo de Fátima pervive todos los días una historia que no es nueva. Quién no ha escuchado nunca la historia familiar, ya casi leyenda lejana inverosímil, de una abuela, una madre o una tía que, un día en medio de la posguerra, hizo las pocas maletas que podía para irse a Madrid a servir —así lo llamaban. Iban internas. Llegaban a una casa a trabajar limpiando, cocinando, cuidando niños y todo lo que demandaran los contratantes, que retribuían el trabajo recibido a cambio de techo, comida y, en el mejor de los casos, algunas pesetas.
Hoy las cosas han cambiado. Las madres de hoy, las abuelas de mañana, nuestras hijas o nuestras hermanas ya no hacen las maletas para irse a servir internas a las capitales.
Hoy esa historia la encarnan jóvenes como Fátima, saharaui de 22 años. Lleva 10 años en nuestro país y 3 meses trabajando como empleada del hogar interna con una familia en Jerez, “aunque entrar interna en una casa era la última opción que quería”. Su caso es de los mejores y de los más escasos: “no tengo ninguna queja. Estoy asegurada, con contrato y me pagan bien” por un trabajo que realiza a media jornada. Se encarga de la comida, de limpiar, del cuidado de los niños, de lavar la ropa y plancharla. “Tengo un par de horas dos veces a la semana para salir a correr o hacer gimnasia. Soy muy deportista”, se define a sí misma.
Como Fátima, hay en la provincia 4.428 personas que cotizan en la Seguridad Social como empleados de hogar, entre los que se cuentan los que trabajan de forma interna y los que trabajan por horas. Una cifra en la que, además, hay presencia de hombres, a pesar de que este haya sido un trabajo desempeñado tradicionalmente por mujeres.
La Mesa Técnica por el Empleo Doméstico, constituida en 2006 y en la que participan Cáritas-Asidonia Jerez, el Centro de Acogida de Inmigrantes Ceain Jerez, y el Centro de Acogida Temporal de Refugiados, Accem, ha denunciado esta semana la precariedad y el incumplimiento “sistemático” de la normativa laboral a la que están sometidos los empleados domésticos.
Cáritas asegura en un comunicado de prensa,emitido con motivo del Día Internacional del Empleo Doméstico, que “un año más ha aumentado la precariedad laboral en este sector”, y explican que este tipo de trabajos “son aceptados por motivos de necesidad económica y que, por tanto, incumplen lo establecido en la normativa, tanto en lo que se refiere a salario, como a cotización en la Seguridad Social”.
La Mesa por el Empleo Doméstico propone “aplicar una propuesta de buenas prácticas” y promover “la revisión de las condiciones de los trabajadore de este sector de manera periódica, adaptándolas a las exigencias del mercado laboral y las condiciones de vida, teniendo en cuenta indicadores como el SMI, IPREM, IPC”.
Un porcentaje muy elevado del trabajo doméstico se realiza se hace bajo condiciones de ilegalidad: sin alta en la Seguridad Social, sin control de cumplimiento de horarios, sin derechos sociales a prestación por desempleo o enfermedad.
“Obviamente no conocemos qué porcentaje de trabajo se realiza de esta forma, si fuera así haríamos algo por atajarlo”, seguran desde la Subdelegación del Gobierno central en la provincia. Tampoco ha sido posible acceder al testimonio de las personas que trabajan ‘en negro’, porque, aunque se conocen, impera una ley del silencio alimentada por el miedo a perder los pocos ingresos que procura este empleo.
El perfil ha variado desde aquellas jóvenes de posguerra: ahora ha aumentado el número de hombres que demandan este trabajo, aunque la mujer “sigue siendo protagonista en este sector, ya que, en muchos casos es el principal sostén de la economía familiar”, señalan desde Cáritas.
La Mesa por el Empleo Doméstico ha detectado un descenso del número de personas inmigrantes que recurren a las entidades que conforman la Mesa para trabajar en el ámbito del empleo doméstico.
Pero el empleo doméstico interno sigue siendo cosa de mujeres inmigrantes que, como Fátima, encarnan hoy el papel de las muchachas de posguerra que viajaban a las capitales. El viaje es siempre de sur a norte, de abajo a arriba, a cambio de pan, techo y trabajo.
Jerez, Cádiz y El Puerto, las más altas
Según datos oficiales de la Seguridad Social, a fecha de enero de 2016, figuraban inscritas en la provincia 4.428 personas empleadas del hogar.
Una cifra que no representa a la totalidad de las personas que desempeñan este trabajo, que suele realizarse de forma ilegal.
Por muncipios, Jerez es el que tiene un mayor número de empleados del hogar dados de alta en la Seguridad Social, 957. Le sigue Cádiz capital, con 792; y El Puerto de Santa María, con 624. Lo que no está claro si esas cifras se corresponden con una mayor conciencia de la necesidad de asegurar a los empleados del hogar o con una mayor demanda de estos servicios. Desde la Mesa del Empleo Doméstico aseguran que en este último año, ha disminuido la demanda.