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El sueño de “Los Signacuentos"

Cuatro jóvenes malagueños ponen en marcha un proyecto para acercar cuentos infantiles y canciones a los niños sordos. Es uno de los 35 proyectos seleccionados en España por ThinkBig, de Fundación Telefónica. Buscan espacio para escenificar su primer cuento signado, una versión de ‘Caperucita Roja’

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Que los niños y jóvenes sordos se emocionen con cuentos infantiles y canciones. Es el sueño de ‘Los Signacuentos’, un grupo formado por cuatro jóvenes malagueños de entre 20 y 26 años. A Javier Fernández, Noemí López, Jaime Bastante y Rocío Feu, alías ‘Chio’, les unió sus dos grandes pasiones, el teatro y la interpretación de la lengua de signos. Ahora, su proyecto, que empezó como “una idea romántica”, es uno de los 35 seleccionados en toda España en ThinkBig, una iniciativa de la Fundación Telefónica y Fundación Tomillo para impulsar el emprendimiento entre los jóvenes. Pero su apuesta por la inclusión viene de antes. Y es que forman parte de ‘Los Sinsentidos’, un grupo de teatro pionero en Europa formado por oyentes, personas sordociegas e intérpretes a las que “el sentido que nunca les falta es el humor”.  Una experiencia en la que se dieron cuenta que al teatro inclusivo le faltaba indagar en el mundo de la fantasía para los más pequeños. “En el teatro siempre encontramos al intérprete signando, en una esquinita, vestido de negro, queremos darle la vuelta, convertir al intérprete en actor para que vivan la actuación”, apunta Rocío.

Un reto en el que llevan meses trabajando, dinamizados por la Asociación Arrabal que les ha asesorado en este camino en cuestiones como las redes sociales o cómo conseguir fondos. Con el premio recibido ya diseñan el que será el vestuario del primer cuento que quieren signar sobre un escenario, “una versión moderna de Caperucita Roja, aunque no te puedo dar muchas pistas”, bromea Javier. Ahora buscan un espacio para ponerlo en escena. Una experiencia piloto para derribar barreras en la que llevar al lenguaje de signos desde ‘El Mago de Oz’, pasando por ‘Cenicienta’, a la banda sonora de ‘Titanic’ o ‘Hakuna Matata’. Una tarea nada banal para un colectivo todavía demasiado invisible en la sociedad. Ellos deben interpretar desde cuando se pone a llover a la teoría más farragosa de la bioquímica, si están en clase.

Un futuro ayudando
La lengua de signos llegó por casualidad a la vida de Javier, quien perdido ante su futuro laboral, encontró su vocación en un reportaje haciendo zapping una noche de insomnio. Mientras culmina sus estudios, colabora de vez en cuando con la policía. Rocío sigue con sus prácticas en el Instituto Laboral, el mismo sitio donde se “enamoró” de la profesión, un lugar de referencia para la educación inclusiva. A Noemí, su amistad con el resto, le llevó, como quien no quiere la cosa, a hacer un cursillo acelerado de lengua de signos y ahora estudia caracterización y maquillaje profesional. Jaime está inmerso en la Mediación Comunicativa y confiesa que al ser hipoacústico tuvo claro que, aunque su audición le ha permitido una educación normalizada, “quería aprender, ayudar”.

Ahora se plantean “en serio” convertir el proyecto en su razón de futuro, aunque, de momento, sueñan con llegar a la gente a través de lo que saben transmitir sus manos. “Queremos hacer una asociación, acercarnos a los colectivos de personas sordas y llevar por toda Málaga esta experiencia, a colegios, bibliotecas o librerías ”, explican. Cuatro jóvenes con las ideas claras que desmontan falsos mitos sobre generaciones perdidas y cuyas manos tienen mucho futuro que contar.

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