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Jerez

La hora de las mujeres

La tarde se tornó bastante desapacible e incluso llegó a chispear, lo que aceleró la despedida de bastantes reuniones

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  • El flashmob por sevillanas -

Si se terciara elaborar una relación de objetos de uso cotidiano perfectamente prescindibles en la Feria no tengo duda de que el listado estaría encabezado por el reloj. El reloj es ese complemento que suele llevarse en la muñeca y al que Armando Manzanero, Los Panchos y más recientemente Luis Miguel invitaban una y otra vez a dejar de marcar las horas “porque voy a enloquecer”. Mirar el reloj en la Feria es tan inútil como pretender contar las nubes que el levante acerca y aleja del González Hontoria. El miércoles es el día que amanece más temprano en el Real, porque todavía está el afilador haciendo sonar su musiquilla por las terrazas de las casetas y ya hay grupos de mujeres dispuestos a arrancarse por sevillanas -o lo que buenamente sea- en cualquier esquina.

El Ayuntamiento trató de aprovechar el indudable tirón de la jornada femenina por excelencia para grabar un vídeo que sirviera para promocionar futuras ediciones de la Feria. Se suponía que entre las doce de la mañana y la una de la tarde, cientos de mujeres iban a adueñarse del Paseo Principal para participar en lo que se llamó flashmob por sevillanas. Pero como el reloj de la Feria no marca las horas -no sea cosa que vayamos a enloquecer-, lo que se pretendía fuera un acto multitudinario no pasó de ser un mero adelanto de lo que vendría a ocurrir conforme avanzó la jornada.

Si quedar con alguien en el González Hontoria a una hora determinada es complicado, imaginen la dificultad suprema que entrañaba sincronizar los relojes de grupos de mujeres llegados de todos los puntos cardinales del término municipal de Jerez y provincia. Ya se sabe, lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible.

Luego ya sí, a su bola y sin necesidad de mirar las agujas de ningún reloj, las mujeres fueron haciendo valer su mayoría absoluta en paseos y casetas, muchas de ellas con el cartel de “completo” desde su apertura a la espera de ofrecer almuerzos concertados a grupos de excursionistas. En alguna de esas casetas se deja bien claro que sus rebujitos se elaboran con vino de Jerez “embotellado”. Y ahí es cuando a uno le empiezan a surgir dudas de tantos colores como vendedoras de claveles pasean por el Real. ¿Con qué se hace el rebujito en las casetas que no dejan constancia de la procedencia de sus materias primas?

En la Feria es mejor no preguntar casi nada, pero dos y dos siempre sumaron cuatro y no es posible que el precio de la jarra de rebujito oscile entre los tres y los diez euros así porque así. En los supermercados del entorno del parque lo tienen claro, de ahí que se vendan garrafas de cartón de Montilla-Moriles como churros pueden despacharse en la madrugada del viernes al sábado. El algodón no engaña, otra cosa es que se deje engañar por unos días.

Dentro de la Feria -y aún fuera- se suele tener muy poca estima al reloj, pero quizá se abuse de controlar el móvil, esos teléfonos que absorbieron para sí buena parte de nuestra inteligencia. El crecimiento de la utilización de los teléfonos inteligentes ha sido proporcional al descenso de la inteligencia en el homo sapiens, de tal modo que ya apenas se vive para vivir, sino para contarlo. Ocurre además que en la Feria se bebe y se utiliza el móvil casi en paralelo, y esto puede ser a veces casi tan peligroso como conducir bajo los efectos del alcohol. “Si bebes, no tuitees, ni wasapees...”, porque las imprudencias se pagan.

A las cinco o las seis de la tarde -no hay que mirar el reloj- la Feria ya ha enloquecido. Los grupos de mujeres que se habían adueñado del Real un par de horas antes comparten ya protagonismo con una multitud que trata de vencer al viento. Los enganches se convierten ya a esta hora en un cacharrito más, casi en un complemento de lo que se ofrece más allá de las vías del tren. La Feria ha pasado en apenas unos años de prohibir el alquiler de los coches de caballos a asimilarlo como una práctica de toda la vida. Como en todo hay opiniones encontradas al respecto de este tipo de prácticas, así que admitiendo su existencia no estaría de más que se pusiera un poco de orden, que se velara por el decoro de los coches, que se unificaran tarifas... Al fin y al cabo no debe dejarse de lado que el paseo de caballos y enganches es uno de los grandes reclamos de esta Feria.

No hay hora que valga. Al Real se va por impulso, lo mismo que se abandona más por sensaciones que por lo que quiera marcar el reloj. Si ha saludado con una efusividad poco acostumbrada a alguien de cuyo nombre ni siquiera se acuerda..., es mejor que se vuelva a casa. Si se diera el caso de que se reconociera a sí mismo invitando a una penúltima ronda de lo que sea a alguien a quien apenas conoce..., es que ya ha empezado a perder el control de su vida. Pero si al abandonar una caseta nota que un chunda chunda se ha apoderado de su sentido del equilibrio..., es que ya precisa de ayuda para salir del Real.

Antes de que todo eso ocurra -y si de verdad quiere sobrevivir a la Feria sin necesidad de mirar ningún reloj-, siga este consejo: abandone en cuanto perciba que el albero del Real está ya impregnado en los bafles de la caseta hasta el punto de confundirse su color original. Y en todo caso deje el reloj en casa, que no lo va a necesitar, porque en la Feria ni se marcan las horas, ni falta que hace.  

"Deberíamos haberlo hecho más tarde”

La teniente de alcaldesa de Igualdad, Carmen Collado, admitió que el ‘flashmob’ se debió celebrar más tarde, si bien la hora estaba “condicionada” por el paseo de caballos, que comienza a las 13 horas y que impedía que esta novedosa concentración se llevara a cabo en un momento del día más apropiado.

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