Desesperados. Así están los vecinos de la calle Gaspar Fernández, situada en pleno centro de Jerez, entre Arcos y Bizcocheros, por culpa del trasiego de okupas del edificio de cuatro plantas del número 7 de esta vía que hace más de una década funcionaba como colegio mayor. Tras venderse a dos socios de Utrera y no prosperar su proyecto de construcción de viviendas, el inmueble quedó abandonado a su suerte y acabó convirtiéndose en el hotel, a gastos pagados, de decenas de personas extranjeras y de la zona. Las mismas que no tienen reparo en hacer candelas, meterle fuego a los colchones cuando se pelean o incluso insultar a los vecinos si les llaman la atención o les coge en un día malo.
Esto es lo que está pasando en el último año, pues aunque el problema viene de lejos, al menos de hace más de siete años, desde mayo de 2015 los bomberos han tenido que sofocar hasta tres incendios, alguno de ellos presuntamente provocado. El último ha ocurrido esta última semana, el martes, y fue un propio vecino de enfrente el que llamó a los bomberos. Los restos del fuego se aprecian en la fachada del colegio que hace once años alojara a estudiantes en un ambiente que nada tiene que ver con el que se respira ahora.
Si bien en todos estos años por el edificio ha pasado todo tipo de ‘inquilino’, cada uno de su padre y de su madre, es especialmente un joven el que más problemas está dando en los últimos meses. De hecho, como apunta Luis, uno de los vecinos afectados, este último invierno había una familia de más de 20 miembros de rumanos, “que no se metían con nadie”. Se dedicaban a pedir en la calle y en los supermercados de la zona, aunque también hacían hogueras en el interior”. La actitud del sujeto más conflictivo es la que trae a los vecinos por la calle de la amargura. “Hay días que le da por tirar piedras a la gente que pasa por la acera; ha amenazado a una chica que trabaja aquí en un local de grabados, y que ya le ha cogido miedo porque a veces es muy agresivo y hasta ladrillos ha llegado a lanzar”.
De hecho, como explica, los mismos niños del colegio de La Salle que pasan por la calle a la salidaya casi prefieren optar por dar un rodeo por el tema de las piedras. Si dependiera de ellos el problema ya estaría solucionado, pues incluso se han ofrecido para costear el tapiado de los accesos para evitar que se meta más gente porque saben de la delicada situación del Ayuntamiento, pero legalmente al no tener autorización de los propietarios no se puede adoptar ninguna medida. Es por ello que han acudido al Registro de la Propiedad, donde no les quisieron facilitar ningún dato por confidencialidad.
El Ayuntamiento no actúa
Lo que más les indigna es la actitud pasiva que aseguran que está adoptando el Ayuntamiento, con el que han intentado contactar en vano y que hasta la fecha ha hecho caso omiso a sus peticiones para que intervenga. Esto les ha llevado a interponer hasta el momento tres denuncias en la propia Administración local. “Ellos tienen que tener más mano que nosotros para requerir al propietario y hacer algo. Hasta que no ocurra una desgracia no van a actuar”, se queja Luis.
Al problema de seguridad que sufren las veinte familias que viven en esta calle, hay que sumar el de insalubridad, pues en el edificio llegan a acumularse hasta bolsas de basuras, y el hedor es insoportable. Los residentes también sospechan que en este “refugio” también hay trapicheos de drogas.
¿Qué más tienen que hacer?A la espera de que su denuncia pública surta efectos, ya hay voces que hablan de manifestarse a las puertas del Ayuntamiento para ver si así reacciona y toma cartas en un conflicto que les está dando demasiados quebraderos de cabeza.
Una problemática que se repite en toda la ciudad
La ocupación de viviendas abandonadas está a la orden del día y en la mayoría de los casos arrastra connotaciones negativas por el incivismo de muchos de estos okupas. Es el caso de las viviendas antiguas de la calle Honsario, muy cerca de la calle Gaspar Fernández, donde muchas casas antiguas están ocupadas. La historia se repite en numerosos inmuebles de la ciudad sin que en la mayoría de los casos pueda hacerse nada si el propietario no da señales de vida, como está ocurriendo en la calle Gaspar Fernández. El último caso más sonado en la ciudad se está dando en el Hotel Prestige Palmera Plaza, completamente abandonado y ahora también desvalijado por un grupo de personas que también han hecho la vida imposible a los vecinos. Unas circunstancias que obligó al Ayuntamiento a intervenir.