Monseñor Amadeo Rodríguez Magro (San Jorge del Alor, Badajoz, 12 de marzo de 1946) reconoce que aún está “en plena luna de miel” en la Diócesis jienense, a la que llegó el pasado mes de abril como obispo (su último destino), después de 13 años como primer pastor de la Diócesis de Plasencia.
Así lo reconoció durante el desayuno informativo celebrado en el Parador de Turismo de Jaén, al que acudió acompañado del Vicario General de la Diócesis, Francisco Juan Martínez Rojas, al que conoció siendo éste muy joven, en Roma cuando él ya tenía 37 años. Durante el encuentro con VIVA JAÉN, bromeando, le dijo que se preparara para cuando fuera nombrado obispo, ya que “la vida cambia totalmente”. Y es que Amadeo Rodríguez siempre ha sido “un hombre normal” y esa condición la quiere mantener hasta el fin de sus días, que serán en Jaén.
En su afán por esa normalidad, Monseñor Amadeo Rodríguez se presenta como un “interlocutor cercano”, que ya pasea sólo por la capital. “Los jienenses están siendo muy amables conmigo. Quiero poder hablar con las personas de tú a tú”, reconoció.
Amadeo Rodríguez conocía la Diócesis por el anterior obispo, don Ramón del Hoyo, con el que mantiene “una buena amistad”, y por la relación con otros sacerdotes, con los que ha tenido siempre “muy buenas relaciones”. Y es que ya conocía Jaén y su Catedral, en la que estuvo como sacerdote y en la que bendijo con el Santo Rostro. “Desearía que siendo obispo la Catedral fuera declarada Patrimonio de la Humanidad, porque realmente lo merece. Sabía que era bonita, pero no tanto. Tiene rincones espléndidos. La Catedral de Jaén es maravillosa”, alabó.
El Vicario General es uno de sus acompañantes y en estos momentos es un inseparable, para ir conociendo los asuntos de la Diócesis de la que es obispo. “Tenía un buen concepto de la Diócesis y de su clero. Me ha llamado la atención lo bien organizada que están la vida pastoral y diocesana y las parroquias. Es una Diócesis en la que la actitud de los sacerdotes es homogénea”, reconoció, a diferencia de lo que ocurre en la Diócesis de Plasencia, “muy diversa culturalmente”.
En la misma línea, dijo que “en la Diócesis de Jaén no hay contrastes entre un clero conservador y un clero progresista”, ya que es un clero “moderado”, aunque con una media de edad alta, que se sitúa en los 62 años.
Durante el desayuno, realizado pasado apenas un mes desde su toma de posesión, reconoció que aún está conociendo los proyectos de la Diócesis a la que se ha incorporado. “La Diócesis tiene proyectos y me iré incorporando y poniendo mi impronta, siempre sin violentar y sin venir a dar lecciones a nadie porque he tenido unos antecesores fenomenales, que han trabajado muy bien”, dijo.
Lo que se ha encontrado en la Diócesis de Jaén y que la diferencia de otras es que “se está trabajando muy bien con los pre-adolescentes”, reconociendo que “hay un proyecto muy interesante para trabajar con ellos desde la infancia hasta la juventud”.
Todo ello cuando reconoce que se está dando un proceso de secularización y de alejamiento de la sociedad de la vida de la Iglesia. “Ahora la acción de la Iglesia tiene que ser especialmente activa. Tenemos que ser una Iglesia de salida, que no se autocomplace, que se acerca a las periferias existenciales”, dijo. Aludió a una Iglesia reactiva, consciente del mundo en el que está.
Sobre cómo recuperar el encuentro cotidiano de los cristianos con la Iglesia, el obispo reconoció que es una constatación que los jóvenes no tienen una relación frecuente con la Iglesia, pero sin embargo aseguró que “hay un contacto muy numeroso con la iglesia en las hermandades y cofradías jienenses”, considerándolo “un fenómeno especial”. Monseñor recordó que está diciendo a los hermanos mayores que se conviertan en animadores de la fe. “Nosotros hemos hecho una buena siembra. Hay una buena iniciación cristiana y si lo hacemos bien, estoy seguro de que van a volver y se van a incorporar quienes se han alejado de la Iglesia”, apuntó.
Igualmente dijo que “hay que promover la animación de la fe y la vida cristiana en todos aquellos que tienen una relación con la Iglesia” y que “todo tiene que sumar en la vida y acción de la pastoral de la Iglesia”.
Abordó la asignatura de Religión y se preguntó por qué hay que excluirla de las aulas. “¿Es que no aportamos nada?”, se cuestionó, planteando “el derecho de la Iglesia a colaborar como lo está haciendo en el bienestar de la sociedad”.
Preocupado por la falta de vocaciones, dijo que en la Iglesia moderna están surgiendo nuevas vocaciones, tales como congregaciones religiosas, pero también nuevos movimientos laicales, con jóvenes que se consagran al Señor. “El barómetro para medir las vocaciones no puede ser sólo el número de seminaristas o de religiosas en conventos de clausura”, terminó Monseñor Amadeo Rodríguez Magro.
“Me ha gustado conocer una Cáritas Diocesana creativa y organizada”
Monseñor Amadeo Rodríguez alabó el papel de Cáritas Diocesana y su forma de trabajar, “muy creativa, bien organizada, con una gestión económica saneada y con proyectos muy interesantes”. De esta manera, reconoció que le está gustando “mucho” lo que está viendo y que es un fiel ejemplo del compromiso de la Iglesia con la sociedad.
Pero Rodríguez Magro reconoció que le gustaría que la presencia de la Iglesia fuera “mejor aceptada”, incluso en el ámbito institucional. “La sociedad reconoce este trabajo, pero no siempre se ve reflejado en la valoración que se hace de la acción de la Iglesia. Soy un sacerdote de los años 70 y me cuesta entender que nos quieran excluir, porque el compromiso de la Iglesia con la sociedad a partir del Concilio Vaticano II es incuestionable”, puntualizó.
A la misma vez dijo que “un obispo lo único que hace es animar”. En esta línea dijo: “No soy un superhombre, para eso están las instituciones. Quiero lanzar un elogio sobre las parroquias, ya que sus Cáritas, con una extraordinaria red de voluntarios, están haciendo un gran trabajo, ayudando al más necesitado”.
Confirmó que “siempre” estará al lado de las capas de población más desfavorecidas. “Ahora pertenece a la misión del obispo animar a una cercanía social en todos los sentidos hacia los sacerdotes y a las comunidades cristianas. A veces la sociedad nos pide todo, pero no podemos darlo todo. Tenemos muy buena voluntad. Somos gestores de la caridad, pero quienes tienen las responsabilidades de acabar con los problemas son las administraciones públicas”, espetó.
Por ello, reconoció la labor de Cáritas, que trabaja en una atención integral de la personas y en evitar la cronicidad de la pobreza en las familias, apuntando como “interesante” la concesión de microcréditos para ayudar al autoempleo a personas en riesgo de exclusión social, entre otras.