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Melodía de bochorno y seducción

En política es preferible que te convenzan a que te seduzcan, ya que toda seducción es tan inmediata como efímera. Convencer; eso sí que cuesta

Su nombre, Neelie Kroes, parece predestinado para una top model, y aunque ahora cope portadas y prime time, no se debe a que haya pasado por la Fashion week, sino a que ha aparecido en el nuevo informe Bahamas Leaks. En realidad, esta señora holandesa de 75 años, equiparada por algunos a Margaret Thatcher por su férrea postura ante las multinacionales que operaban en la Unión Europea mientras fue comisaria de Competencia entre 2004 y 2010, ocultó a la institución que durante esa etapa administraba una sociedad opaca en Bahamas. Obviamente, debe tratarse de un error, ha dicho con cara de “yo no fui”.

Vaya apuro más grande; aunque, a su edad, y porque ahora ocupa un alto cargo en Uber, a la que defendió belicosamente durante su etapa en la Comisión Europea frente a las denuncias del taxi, le debe importar un tulipán. Por si quedaban dudas, también ha criticado la sanción de su sucesora a Apple. Lo jura por su iphone.   

Dos cosas parecen evidentes, ni Neelie Kroes se encuentra entre los que miran su cuenta bancaria antes de fin de mes -no vaya a ser que te hayan pasado el seguro del coche sin avisar-, ni va a pretender nuestra compasión, en todo caso la de los que tienen que decidir si la dejan sin su pensión de exparlamentaria. Una pena que no se hubiese dedicado a la pasarela: nos habría ahorrado otro bochorno asomados al telediario.

El bochorno, de hecho, se está mereciendo ya un observatorio propio. Si lo tiene la deuda pública, por qué no el bochorno. Sería una forma de repartir responsabilidades o culpas, ahora que nos han convertido en cifras para calcular cuanto empeño patriótico deberíamos dedicar a acabar con el endeudamiento público.

Según las estimaciones de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, cada español debería dedicar 379 días de trabajo exclusivamente al Estado para devolver los 1,1 billones de euros (100,5% del PIB) a los que nos ha llevado la evolución del déficit público. Es decir, el Estado necesitaría en este momento que cada español pusiese encima de la mesa 23.700 euros, y asunto resuelto. Si les parece una exageración, tengan en cuenta que Andalucía está por encima de esa media: habría que dedicar 456 días de trabajo a devolver la deuda. Nada como una ficción para explicar la realidad, aunque sea siempre a costa de los mismos,de nosotros mismos.

Los hay también empeñados en hacer de la realidad un episodio de ficción. Podemos, pongamos por caso. Durante varios meses vivieron instalados en una ilusión que terminó siendo una mentira, y ahora conviven dos líneas argumentales opuestas y deslenguadas que han optado por desvelar como una historieta por entregas en ese monumento a la egolatría que es twitter.

Hay quien se ha quedado con las alusiones al “miedo”, pero lo verdaderamente inquietante del cruce de reproches entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón han sido las relativas a la “seducción” de los votantes. No sé si pretenden bailar con cada uno de ellos por sevillanas, susurrarles bajo el balcón envalentonados poemas sobre una España mejor -sin PSOE ni PP- o contagiarles una melodía que predisponga a la rebelión -¿la de Alex North para Espartaco?-, pero la osadía lleva implícita la aceptación de una farsa publicitaria que subraya la falta de prejuicios con que hoy se predica el ideario político.

En política es preferible que te convenzan a que te seduzcan, ya que toda seducción es tan inmediata como efímera. Convencer; eso sí que cuesta. Ahí tienen al alcalde de Cádiz tratando de hacerlo con la sanción de Antiviolencia. Que se la hubieran impuesto a Teófila -ficción-, a ver qué estaría diciendo de ella ahora. Hacen falta argumentos entre tanta afasia. En Jerez, la alcaldesa Mamen Sánchez los ha agotado ya casi todos en busca de la readmisión de los afectados por el ERE municipal, pero ha llegado al extremo de terminar enredando las expectativas de los extrabajadores. Siempre le quedará culpar del bochorno al PP.

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