Después de 15 años viviendo en Barcelona, donde ha “construido” una vida con amigos y compañeros “de toda ideología”, nacionalistas y no nacionalistas, “con los que hablaba en castellano y me respondían en catalán sin que esto supusiera ningún problema”, E.C, consultor jerezano, teme por primera vez que todo esto “pueda saltar por los aires en las próximas semanas”. Tal y como reconoce en una reflexión de la que ha hecho partícipe a todos sus amigos y conocidos que le preguntan estos días “cómo está la cosa por ahí”, a este padre de familia, con esposa e hijas catalanas, “español porque nací en España y catalán de adopción”, le invade el mismo sentimiento de inseguridad que sintió cuando el 11-S del 2001 Al Qaeda atacó las Torres Gemelas y el Pentágono. Entonces sintió que “el mundo tranquilo y pacífico en el que había vivido hasta ese momento”podria tener fecha de caducidad.
"A mi hija se le obligó a guardar cinco minutos de silencio por la actuación de la Policía”
Quince años después son sus propias hijas, a las mismas a las que al día siguiente del referéndum del pasado 1 de octubre se les “obligó” en clase a guardar cinco minutos de silencio “por lo que hizo la Policía el domingo”, las que le dicen a él y a su madre que “ya no quieren quedar con ciertos amigos”. Ahora mismo, como detalla, en su entorno reina la “incertidumbre” y las “tristes” conversaciones con sus amigos catalanes en las que comentan que “nos tendremos que ir, porque no queremos esto para nuestros hijos y porque no queremos vivir en un sitio donde no nos sintamos libres, como no nos sentimos ahora, donde se te señala si no haces huelga”. Tiene claro que detrás de esta situación está un Gobierno autonómico “irresponsable” que “ha decidido dividir a la población de Cataluña entre los que quieren la independencia y los que no la queremos. Porque ha decidido que representando a menos del 50% de los votos tienen derecho a hacer lo que les dé la gana, sin importarles nuestra opinión”, sostiene.
Harto de “catalanadas”
Como expone, tampoco ayuda que “en el otro lado” haya un Gobierno “incapaz de buscar una solución al problema, pero no ahora, sino hace muchos años, incapaz de proteger a sus ciudadanos”, en un modelo de educación o língüístico “claramente excluyente”, donde la televisión que pagamos todos es 100% catalán”.
Con esta perspectiva, solo les queda “hacernos visibles y mostrarles al mundo que a más del 50% de catalanes no nos representa este Govern infame. Que en los balcones que no cuelgan esteladas también vive gente”. Esta visibilidad incluye salir a la calle, como el último fin de semana hicieron miles de catalanes en la multitudinaria manifestación favor de la unidad de España.
J.C, también es jerezano, tiene 38 años, y llegó a Barcelona hace una década. Según relata a Viva Jerez, no ha ido a ninguna manifestación, ni tiene previsto hacerlo. Reconoce que está un poco “cansado” de “catalanadas” y de la “pelea de gallitos” a la que está asistiendo en las últimas semanas. Ingeniero industrial, desde hace poco menos de un año trabaja en una empresa “con mucho pensamiento arraigado en una Cataluña independiente”, y tuvo que ir “forzosamente” a la huelga 3-O de la pasada semana porque su empresa les dio el día libre a todos los trabajadores. En el ámbito laboral, se muestra “bastante contenido” aunque allí “todos sabemos nuestras posiciones, igual que yo sé su opinión, ellos saben la mía, y “allí (por la empresa) se da por hecho que todos los que no hemos nacido en Cataluña no estamos a favor de la independencia”, apunta.
“No hay una postura clara”
No obstante, como explica, entre los que no hay una postura clara de independencia es entre los propios catalanes. “Sí coinciden en una cosa, que quieren un referéndum, a nadie le gusta no poder decidir aunque no tengan derecho a hacerlo, pues es una cosa que ya han defendido en las urnas, parece que no votan desde el año 75, mientras que en las últimas elecciones el 53% no votó a los independentistas”, añade.
Más discusiones con amigos
En la calle su actitud varía. “No soy cauto, hablo con total tranquilidad”, señala. Ni a él ni a su entorno le sorprende en absoluto lo que está ocurriendo. Sus amigos que no son de Cataluña tienen posturas similares a la suya, mientras que de los que son catalanes, la mayoría no son independentistas “pero se han sumado al carro de queremos votar”. La chica con la que sale también tienen la convicción de que Cataluña “no se parece al resto del España” y si bien hasta ahora esto no había supuesto un problema, admite que en las últimas semanas con la tensión del referéndum y la gente en la calle, entre los amigos “hemos tenido que decir hablemos de otro tema”.
Cansado de la “manipulación” de las últimas semanas a la “gran masa” de la que está siendo testigo, tiene claro que si la situación persiste “no quiero quedarme aquí”, por lo que se marchará “a otra ciudad de España o del mundo”. El día del Referéndum del pasado 1 de octubre, lo vivió como un “día normal”, aprovechó para ir al gimnasio, y no vio ningún altercado y sí colas en algunos colegios de su zona. En esa jornada, tranquilizó a sus padres y recibió una decena de mensajes de la gente de fuera interesándose por cómo lo estaba llevando. Ayer martes, este paisano de Inés Arrimadas volvió a hacer vida normal, aunque tenía claro que si Puigdemont declaraba la independencia que finalmente dejó en suspenso ”sería el hazmerreír para el resto de Europa”.