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Vicios políticos

Ya huele a Oscar y eso se nota en nuestra reverdecida cartelera que al fin presenta brotes de interés. Una de las películas con mayor número de...

Publicado: 24/01/2019 ·
22:50
· Actualizado: 24/01/2019 · 22:50
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Autor

Javier Extremera

Javier Extremera es crítico de música clásica. Asimismo es técnico de Cultura en la Diputación de Jaén

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Este espacio trata la mirada más certera y crítica a la realidad (cuando la hay) cultural de Jaén

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Ya huele a Oscar y eso se nota en nuestra reverdecida cartelera que al fin presenta brotes de interés. Una de las películas con mayor número de nominaciones (ocho) es “El vicio del poder”, cuyo título original, “Vice” resulta más acertado y ambiguo, pues la palabra anglosajona puede referirse tanto al término “vicio”, como al nombre familiar utilizado para citar al vicepresidente estadounidense. Y es que este vertiginoso filme que deja un agradable sabor a libro de Historia recién leído, bucea sobre la figura opaca y escurridiza de Dick Cheney, el que fuera todopoderoso “Vice” en las dos legislaturas de George W. Bush, para muchos el verdadero presidente en la sombra. Una sátira política que maldita la gracia que tiene.

            Ungida de un tono tragicómico plagado de humor negro, ironía y sarcasmo, la cinta se emparenta con los documentales mordaces de Michael Moore e incluso con la acidez cínica de aquella “La cortina de humo” del tándem Levinson-Mamet. “El vicio del poder” es cine inteligente y de narrativa poderosa gracias a un esmerado trabajo de montaje. Una apuesta innovadora y arriesgada para los tiempos que corren, como lo demuestra la inclusión de los títulos de crédito finales en mitad de la proyección o utilizar como narrador a un muerto. Cheney fue durante décadas uno de esos burócratas de Washington, que con sus decisiones (tomadas a sangre y fuego) fueron capaces de influir en la vida de todos los que habitamos el planeta. Este sujeto sombrío y maquinador, de aires shakesperianos (su esposa recuerda a la mismísima Lady Macbeth), era el que manejó los hilos tras los atentados del 11-S. Su sed de hacer justicia usando solo la venganza, provocaron mediante falsedades la invasión de Afganistán y posteriormente la guerra de Irak. Como dijo Goebbels, una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, de ahí las imaginarias “armas de destrucción masiva”. Ya de paso, aprovechó también para dotar a la tortura de fundamento legal. A sujetos como él, le debemos el haber plantado la semilla del ISIS y demás organizaciones terroristas árabes. Y es que nunca la ficción dio más sensación de realidad. Algo que nada más salir del cine nos hace reflexionar en las manos en quién ponemos nuestro futuro.

Mención especial para Christian Bale (magníficamente maquillado) que se deja la piel en cada escena, haciendo una recreación rica e interiorizada (imitando incluso el tono susurrante que le caracterizaba). Bale es sin duda el gran favorito para llevarse el Oscar al mejor actor.

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