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Oscar

No debe de andar de buen humor el ególatra bufón de Donald Trump, después de contemplar como los Oscar de este año levantaban una muralla más alta...

Publicado: 28/02/2019 ·
23:27
· Actualizado: 28/02/2019 · 23:27
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Autor

Javier Extremera

Javier Extremera es crítico de música clásica. Asimismo es técnico de Cultura en la Diputación de Jaén

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Este espacio trata la mirada más certera y crítica a la realidad (cuando la hay) cultural de Jaén

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No debe de andar de buen humor el ególatra bufón de Donald Trump, después de contemplar como los Oscar de este año levantaban una muralla más alta que la suya, sobre su soberbia de niño rico mal criado. Cuando más ladraba sobre la emergencia nacional para construir el muro de Adriano junto a México, sus odiados vecinos vuelven a erigirse en protagonistas. Imposible digerir su discurso xenófobo (desgraciadamente imitado en nuestro país) en el que la inmigración solo acarrea marginalidad, delincuencia y tráfico de drogas, cuando en los últimos seis años el Oscar al mejor director ha ido a parar a cinco cineastas mejicanos. Incluso “Roma” dejó para la posteridad la primera nominación de un intérprete indígena americano. Y para su mayor “desesperación”, muchas mujeres premiadas, además de varios cineastas de piel oscura, entre ellos el incansable pepito grillo afroamericano de Spike Lee. La vencedora moral fue el reivindicativo y emotivo poema sobre el subsuelo de la cotidianidad, protagonizado por un ángel de la guarda de carne y hueso, titulado “Roma” (mejor dirección, fotografía y filme de habla no inglesa). Cine de luminosa retórica visual, que ha convertido a Netflix en un nuevo estudio de Hollywood. Aunque los académicos hicieron valer la servidumbre de la industria, premiando como mejor película la tramposa “Green Book”, por aquello de reservar sus laureles solo a los angloparlantes. Obra acomodaticia y superflua que denuncia con la boca muy pequeña aquella América segregacionista y que debe todos sus valores cinematográficos a los dos magníficos protagonistas. Solo Mahershala Ali pudo pescar el Oscar como secundario, negado otra vez a Viggo Mortensen en favor del ridículo Rami Malek, vencedor en el apartado de mejor actor, por su participación en el flojísimo telefilme “Bohemian Rhapsody”, con el que algunos siguen haciendo caja con los muertos. No se puede hablar en términos de recreación o interpretación, pues su labor radica únicamente en calcar gestos y tics del gran Freddy Mercury, de la misma manera que lo haría un mono amaestrado. En el apartado de las féminas congratularse con la recompensa obtenida por el majestuoso trabajo de Olivia Colman en la irreverente y enfermiza “La Favorita”, dejando otra vez el amargo sabor de la derrota en los labios de Glenn Close (lo único destacable en la previsible “La buena esposa”). Por suerte los Oscar ya no consiguen engañar a nadie. Y es que, hace muchos años que en Hollywood ya no se hace cine. Solo fingen hacerlo.

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