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La Casa Blanca busca una nueva estrategia para un conflicto estancado

Al cumplirse el octavo aniversario de la guerra de Afganistán, la Casa Blanca se encuentra inmersa en una profunda revisión de la estrategia para hacer frente a un conflicto sin visos de solución cercana.

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El presidente de EEUU, Barack Obama, se reunió ayer con legisladores demócratas y republicanos para analizar la evolución del conflicto, la situación actual y las diferentes opciones para hacerle frente.

Hoy miércoles, aniversario del comienzo de la guerra, hará lo mismo en la tercera de una serie de al menos cinco reuniones con su equipo de Seguridad Nacional. La cuarta tendrá lugar el viernes y la Casa Blanca no descarta que se añadan más a las previstas.


En el eje del debate se encuentra la petición de refuerzos del general al mando en Afganistán, Stanley McChrystal, que ha pedido entre 30.000 y 40.000 soldados más.

La solicitud ha dividido a la Administración, después de que Obama ya ordenara a principios de este año el envío de 21.000 soldados adicionales, que han elevado el contingente estadounidense a 68.000 militares, el mayor número desde el comienzo de la guerra.

Una parte de los asesores presidenciales se opone a enviar nuevos refuerzos y aboga por concentrarse en la lucha contra la red terrorista Al Qaeda en sus refugios en Paquistán. El vicepresidente, Joe Biden, es uno de los defensores más notables de esta postura.

Otros, entre los que se encuentra al parecer la secretaria de Estado, Hillary Clinton, abogan por conceder a McChrystal los refuerzos que implora.

Quienes se oponen a aumentar el contingente de modo significativo recuerdan que el refuerzo de este año no ha conseguido aumentar la seguridad. La violencia se ha multiplicado y los talibanes se han cobrado numerosas bajas en ataques contra puestos de avanzadilla aislados.

Este fin de semana fueron ocho los caídos estadounidenses en uno de estos blocaos en zonas escasamente poblados, que el Pentágono quiere abandonar pero cuya retirada se ha visto dificultada por problemas burocráticos y escasez de helicópteros de carga.

A ello se une el deterioro de la situación política por la corrupción en el Gobierno afgano y las acusaciones de fraude en las elecciones del pasado 20 de agosto.

La Casa Blanca ha insistido en que lo que se busca es establecer primero una estrategia muy sopesada y que tenga garantías de éxito, para hacer frente a una guerra que se ha complicado mucho más de lo que se esperaba cuando Obama anunció, en marzo, una estrategia que ponía el énfasis en una mayor presencia sobre el terreno.

Esa lentitud en la deliberación ha desatado las críticas de los republicanos, que consideran que la situación es demasiado grave como para retrasar las decisiones. Uno de los más destacados, el senador John McCain, rival de Obama en las elecciones del año pasado, ha asegurado que “el tiempo es algo que no sobra”.

A la hora de tomar una decisión, no es descabellado que, si finalmente el presidente optara por escuchar a McChrystal, recurriera a apoyarse en la oposición republicana para aprobar más recursos hacia Afganistán.

El escepticismo sobre el futuro de la guerra es rampante entre el ala demócrata más progresista y entre el público. Las manifestaciones frente a la Casa Blanca contra este conflicto son ya habituales y las encuestas apuntan que un 58% se opone a continuar la campaña en ese país.

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