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Paseíto

Cuando murió Franco, todos los niños del cole armamos el preceptivo mural de cartulina y fotos pegadas con cola Kliel, con titulitos escritos con nuestra torpe

Publicado: 27/10/2019 ·
22:11
· Actualizado: 27/10/2019 · 22:11
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Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

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Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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Cuando murió Franco, todos los niños del cole armamos el preceptivo mural de cartulina y fotos pegadas con cola Kliel, con titulitos escritos con nuestra torpe letra de futuros demócratas. Las imágenes las publicaban esos días a cientos cualquier diario, a ver quién era el guapo del editor que no reventaba las rotativas con loas al de Ferrol. Yo compré El Caso, que venía surtidísimo.


El trabajo resultaba obligatorio. Me imagino a mi profe de Francés, Martín Vega Sanz, el celebrado letrista de Los Romeros de la Puebla  (ah, hablo de La Puebla del Río, yo vivía allí), un rojo y amigo de Felipe González, haciendo una fogata con nuestros murales mientras brindaba.


Todos aquellos recuerdos han vuelto durante unas horas en horario matinal. Niños, futuros electores, perdonad a vuestros mayores por haberos dado tal espectáculo. En aras de una concordia que nunca remataba la faena de limpieza de trastos, han/hemos esperado más de cuarenta años para quitar el jarrón con las cenizas de nuestro dictador local de la vitrina central, y colocarlo en un lugar que no lo asemejase a De Gaulle, Roosevelt o Churchill.


Entre noviembre del 75 y octubre del 19 han pasado siglos. En ciencia, moral, política, y hasta en el fútbol, que ahora se tele arbitra. Ha desaparecido el purgatorio y el limbo, a los divorciados les dejan comulgar, y en los bares no se fuma.


Pero algo no cambia. A los conservadores se les enredan las ideas cuando se pronuncia una de las palabras malditas de su vocabulario: franquismo. (Otras dos son ecologismo y feminismo).


La manoseada Transición se halla incompleta, pero sabemos que el último paso nunca se dará. Enfáticos y macizos compatriotas retuercen estos días sus argumentos con saña para no admitir la incomodidad que les produce su país, su pasado, sus errores. Ponen cara de eso ya no me preocupa, pero son malos actores.


Ahora no se hacen murales en los coles, para eso están los memes. La risa ha sustituido al susto en el paseíto del dictador local hacia un cementerio más adaptado a la historia de nuestro país. Hoy es lunes y ya todo pasó. No ha dolido nada. Los compatriotas de una pieza suspiran aliviados. No tendrán que volver a retorcerse en su afán por defender un pasado lamentable sin que parezca que lo hacen. España les queda grande.


Servidor recordará del asunto un dato superfluo: la nieta del dictador patrio goza de un  novio 34 años más joven que ella, demostración palpable (sobre todo para la susodicha) de que cualquier tiempo pasado fue peor. 

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