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Jerez

Tiempo de rezar, tiempo de obrar

El confinamiento ha vaciado los templos y disparado las audiencias de las eucaristías en casa. “Es un tiempo de reinvención para la Iglesia",apunta un sacerdote

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  • El templo de San Marcos, casi desierto en la misa de este sábado -

El pasado mes de febrero llegó a la provincia de Cádiz la cruz de Lampedusa, realizada con restos de pateras y bendecida por el papa Francisco. Primero fue velada en diferentes parroquias de la Diócesis de Asidonia Jerez y, posteriormente, en las de Cádiz y Ceuta. El día en que se decretó el estado de alarma se encontraba en la parroquia de los padres trinitarios de Algeciras, y allí permanece custodiada por los religiosos que, a diario, ofrecen a través de su Facebook distintas oraciones ante la cruz.

"Quedarse en casa es el primer acto de solidaridad que hacemos hacia los demás. Pero hay gente que necesita de la eucaristía"

“Para la Iglesia está siendo un tiempo de creatividad, de reinventarse…”, apunta Antonio Jesús Jaén, párroco de Santo Domingo y de San Nicolás, en Sanlúcar, quien celebra la iniciativa de muchos compañeros que a través de streaming u otras plataformas por internet “siguen acercando la parroquia a cada uno de los hogares. He podido comprobar mil iniciativas que significan un esfuerzo loable por estar cerca de la gente en estos momentos. Eso también es servir”.

Siguiendo las directrices marcadas por el obispo de Jerez, José Mazuelos, que dejó en manos de cada sacerdote la decisión de abrir el templo y celebrar la misa, hay parroquias de la Diócesis que sí siguen abiertas al culto; otras no. “En mi caso -explica Jaén-, he decidido mantener en el corazón de Sanlúcar abierto uno de mis templos parroquiales, Santo Domingo. Todas las tardes, a las ocho, el sonido de sus campanas quieren ser un homenaje a tantas personas anónimas que en estos días nos están sirviendo heroicamente, pero también es un aviso de que la Iglesia no cierra, de que permanece en medio de su pueblo como la que sirve”.


En El Puerto, Diego Valle, párroco de la Basílica Menor de los Milagros, también ha decidido mantener abierta la suya, “en horario reducido. En conciencia no podía cerrar, y dejar sin la posibilidad de que cualquier portuense no pudiera entrar, ni orar ante el Sagrario o ante la imagen de su devoción”, aunque del mismo modo ha invitado a toda su feligresía a quedarse en casa y a vivir la fe desde los hogares.

De hecho, esta nueva situación ha hecho que las audiencias de las misas televisadas hayan logrado registros “históricos” en las ultimas dos semanas, así como que se hayan multiplicado las iniciativas a cargo de numerosos sacerdotes a la hora de ofrecer a través de las redes sociales sus celebraciones eucarísticas casi a diario.

“En este momento, muchas casas se han convertido en pequeñas iglesias familiares, y son pocas las personas que se acercan a celebrar la eucaristía”, comenta el párroco de Santo Domingo. “La actividad pastoral ordinaria se ha parado. La mayoría ha optado, es lo más recomendable y razonable, por el confinamiento. Quedarse en casa es el primer acto de solidaridad que hacemos hacia los demás. Pero hay gente que necesita de la eucaristía. He visto estos días a algunas de las familias que han perdido a un ser querido, acercarse a la parroquia a cerrar el primer capítulo de su duelo rezando por aquel que han perdido”.

El sacerdote Diego Valle, en una carta dirigida a su feligresía, admitía que cuando la pandemia empezó, “sinceramente, yo era uno de los que no le dieron la importancia que tenía. Reconozco que me equivoqué y ha habido en mi una conversión en este sentido”. Su petición diaria a sus parroquianos pasa por la “oración en común” en casa.

“Eso. Rezad, rezad”, podía leerse esta semana en el tweet de una concejala extremeña en señal de burla al familiar de un enfermo de coronavirus. Y sin embargo, la oración se ha convertido en refugio de muchas personas desde que la epidemia le ha dado un vuelco a todas nuestras vidas. “La oración no puede estar lejos del contexto y del pretexto que estamos viviendo. La oración tiene que ser una oración encarnada, enraizada en la vida…”, defiende Antonio Jesús Jaén. “Y hay una oración que es la más necesaria, aquella que hace aquel que permanece a la escucha atenta de Dios y que se siente interpelado por Él. Preguntemos al Señor:  Señor mío y Dios mío, ¿qué quieres de mí en estos momentos de la historia?”.

Y no solo rezar. “En estos momentos -insiste Jaén- somos conscientes de que nuestra misión no es sólo rezar, sino también obrar”, e invita a tener muy presente aquello que decía San Agustín: “Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti”. Y dentro de esa labor entra en juego la caridad. “Desde el momento cero, nuestra Cáritas Diocesana, junto con las Cáritas parroquiales, está coordinando un Red de Solidaridad urdida por iniciativas que han ido surgiendo en el seno de nuestras instituciones: hermandades, parroquias, grupos cristianos católicos, conventos de clausura… Toda esta trama solidaria es llevada a cabo por voluntarios cristianos, gente de a pie, sin otro ánimo más que el poder ayudar y poner nuestro granito de arena en esta dolorosa situación”.

“Desde aquellos que desde el teléfono están dando un rato de compañía y charla a las personas que se sienten solas, hasta los que reparten ayuda en forma de alimentos a domicilio, pasando por los que están haciendo mascarillas… hay cientos de personas creyentes, en estos momentos, implicadas en servir a quien más lo necesite. En este tiempo la Iglesia tiene que retratarse y el rostro que proyecte tiene que ser el de la caridad”.   

La pandemia y el estado de alarma han coincidido a su vez con la Cuaresma. Una vez suspendidas las salidas procesionales, el Obispado ha remitido esta semana a sus sacerdotes las pautas pastorales para que los fieles puedan vivir las celebraciones del Triduo Pascual desde sus casas, mediante los medios que tengan a su alcance: internet y televisión. Sin embargo, hay una tercera dimensión a la hora de vivir la Semana Santa, que es en la que incide el sacerdote destinado en Sanlúcar, la de “los Cristos sufrientes vivos, que dura todo el año, y que quizás tengamos más presente durante estos días: hay que pensar en tantos Cristos sufrientes que vivirán estos días desde esas cruces que son las camas de los hospitales, aquellos que siguen crucificados a la cruz del hambre, de la injusticia, del olvido… Pensemos en los Calvarios que siguen levantados en nuestro mundo.”

Más allá de la Semana Santa, el joven sacerdote resalta igualmente que nos encontramos en un tiempo “para que cada uno piense, de retrospección, de acercarnos a nosotros mismos. Es el momento para interpelarse a sí mismo y tener la valentía de hacerse aquellas preguntas existenciales que vertebran la vida:  ¿Cómo estoy viviendo? ¿Desde qué valores estoy viviendo mi día a día? ¿Qué tendríamos que cambiar, cada uno personalmente, para construir un mundo mas fraterno, más humano?”.  Y su conclusión, o la respuesta conjunta a cada una de esas preguntas, pasan por tres actitudes: “humildad, fraternidad y esfuerzo por construirnos para ser mejores personas”, con la particularidad de que las tres “pueden ser vividas por los creyentes y por los no creyentes”. 

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