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Jerez

“Teníamos pesadillas; ha sido todo muy duro”

Olga González e Irene Mancilla lo dejaron todo hace dos meses para irse a Madrid a luchar contra el coronavirus. Ahora nos relatan su experiencia

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  • Olga a Irene durante su estancia en Madrid estos dos meses. Irene seguirá hasta diciembre. -

Olga González Alemán, médico jerezana especializada en Medicina Intensiva, terminó su turno en la UCI del Hospital Gregorio Marañón de Madrid el pasado domingo y a las seis de la mañana llegaba a Jerez para incorporarse dos horas después al Hospital Puerta del Mar de Cádiz, donde tiene un contrato para el verano. Le ofrecieron continuar en Madrid, pero ha preferido pasar estos meses con su familia. En septiembre, seguramente regrese. Ella e Irene Mancilla, enfermera jerezana con la que ha compartido piso y que también ha pasado los dos últimos meses al pie del cañón en una planta Covid del Hospital 12 de Octubre de la capital, estuvieron conduciendo todo el domingo para llegar a tiempo. Volvían a casa dos meses después de haberlo dejado todo para trabajar en primera línea de batalla contra el coronavirus.

En el caso de Irene, su estancia en Jerez durará sólo unos días, lo justo para reencontrarse con su familia y coger fuerzas, pues le han renovado hasta final de año “y es una oportunidad que tengo que aprovechar”, comenta a este medio. Pese a que la “locura” que han vivido en la zona cero de la pandemia es reciente, Olga tiene la sensación de que ha pasado un año y por fin empieza a tener “recuerdos borrosos” de las pesadillas que ella y sus compañeros vivieron especialmente las dos primeras semanas de abril, cuando la enfermedad alcanzó el pico, trabajando en una UCI con más de 100 personas entubadas y más de un millar de pacientes contagiados. Era una pesadilla, cierto, pero real.

¿Qué ha sido lo peor?. “La cantidad de pacientes que había cada día, era inabarcable, y todos con la misma patología: algo muy llamativo. Nunca habíamos visto eso.  Eran muchísimas horas de trabajo a destajo, no parábamos ni un minuto.  Muchos turnos seguidos, con patologías complicadas. Hemos ido aprendiendo sobre la marcha, hemos aprendido muchísimo en cuestión de semanas”.

Igual de duro o más ha sido convertirse en el único contacto de “miles de pacientes” que estaban “malísimos” y “solos” peleando por salir adelante. “Eso ha sido muy duro. La relación que teníamos con la familia de los pacientes era telefónica. Y nos ha resultado duro a la hora de informar. Ha sido ha sido una enfermedad muy cruel con todos: sanitarios, pacientes, familias... con todo el mundo”, señala Olga, que asegura que estar encerrados en casa el poco tiempo que tenían libre de sus turnos maratonianos y ver cómo estaba Madrid tampoco les ayudaba. “Parecía que estábamos viviendo una distopía”. Ver contagiarse a sus compañeros, a los que han llegado a ver en la UCI, también ha sido muy complicado. Ellas han salido indemnes.

¿Qué ha sido lo mejor de estar en primera línea de batalla? Esta médico jerezana lo tiene claro: el trabajo en equipo, y hace mención especial al realizado por la enfermería. “La enfermería ha sido la base de toda la pandemia. No se habla tanto de ellos, que han estado más al pie del cañón. Se la han jugado como los que más, más que nosotros, porque estaban 24 horas al día; estaban 24 horas al día a pie de cama”, manifiesta.

Y este ha sido el trato que ha tenido Irene con los pacientes de su planta, una situación extrema que se ha convertido por sí misma “en lo peor y lo mejor de todo”. “Es una enfermedad que da una muerte muy cruel, muy mala, que es agónica, porque morir ahogados es de las peores muertes que hay, pero a la vez ha sido de las mejores experiencias porque sabes que le has quitado ese sufrimiento; les has podido coger la mano, darle esa parte de humanidad. No duermes, no comes ni vas al baño, pero estoy a tu lado, y si tengo que rezar, aunque no sea creyente, rezo contigo. Yo no he rezado más en los días de mi vida”, admite. En estos casos, esta enfermera jerezana tiene claro que esa parte humanitaria tenía que acompañarles hasta el final, por eso cuando se despedía de sus pacientes respiraba tranquila por haberles permitido irse acompañados y en paz. “Al final cuando se te mueren en los brazos también te quedas tranquila de que se han muerto como se querían morir. Es la parte mas dura de todo, pero le das lo que necesitas y la familia se queda tranquila de que le has acompañado. Es lo mas duro que he vivido pero a la vez lo que me hace ir al trabajo cada día”, reconoce.

Pero luchar contra el coronavirus también deja traumas, y no solo a los que han perdido a sus seres queridos, lo cual se manifestaba en un patrón que casi se repetía en todos los profesionales. “Teníamos una psicóloga que venía a darnos las pautas de cómo afrontar esto y gestionarlo”, explica Olga, para lidiar ante una situación que se manifestaba en el insomnio, el miedo, las pesadillas, y por la que casi todos algún día han necesitado ayuda para descansar. Nunca habían trabajado con esa presión. “Teníamos todos pesadillas pero lo vas normalizando porque si no es imposible. En la UCI estamos acostumbrados a tratar con con la muerte a diario, pero  esto ha sido demasiado. Ha dido muy duro todo”, señala.

A Irene se le caía el pelo y ha sido llegar a Jerez y frenar en seco esta consecuencia del estrés al que ha estado sometida. Aún así, sabiendo lo que saben de esta enfermedad, las dos volverían a irse. “Sin pensarlo. Volvería a irme una y mil veces”, dice Irene.

Esto no quiere decir que psicólogicamente pudieran soportar volver a pasar por lo mismo si hubiera un segundo rebrote como contra el que han peleado. De hecho, Irene, que con el nuevo contrato ahora está en Maternidad, reconoce que hace unos días entró en crisis cuando ellas y sus compañeras se tuvieron que volver a poner el EPI por un caso positivo. “Después de dos semanas de tranquilidad, hubo una crisis de ansiedad generalizada. Todos pensamos lo mismo, otra vez no, por favor, la pesadilla no puede volver, da pánico”.

Agradecen el premio Princesa de Asturias de la Concordia pero tienen claro que si no se traduce en mejoras laborales “no significa nada” porque seguirán subiéndose “al barco de los temporales” por periodos cortos, sin trabajo estable y sin plazos.  

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