La agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre. Así de contundente se expresó Cicerón en relación al cultivo de plantas para la alimentación y la industria. Y sin entrar en una competencia con otras profesiones igualmente dignas, ciertamente la agricultura es una de las actividades esenciales de la sociedad, relevancia que se vio realzada en el confinamiento que vivimos la pasada primavera y que puso de manifiesto la necesidad de una mayor atención por parte de la sociedad y de las Administraciones.
Pero la práctica de la agricultura también se ha visto involucrada en sucesos negativos de degradación y contaminación ambiental que pueden llegar a afectar a la calidad de la propia producción agrícola. Ya me he referido en otras ocasiones a la erosión, la pérdida de biodiversidad o el uso intensivo de fitosanitarios químicos que se asocia a una amplia superficie olivarera.
En la última década se ha legislado con la intención de reducir estos daños, pero no cabe duda que como siempre, la decisión del consumidor va a ser muy importante para revertir estos procesos perniciosos asociados a la agricultura, porque está a nuestro alcance la posibilidad de incluir productos ecológicos en nuestra cesta de la compra.
La agricultura ecológica no es ningún engaño, ni consecuencia de supersticiones ni de las extravagancias de gente marginal de la sociedad. Es un sistema de producción basado en el conocimiento científico y evita utilizar procedimientos que causan la degradación ambiental. Por todo ello, los productos ecológicos tienen un plus de calidad sobre los productos agrarios convencionales: la ausencia de residuos de plaguicidas químicos, que sí pueden aparecer en los procedentes de agricultura no ecológica en niveles permitidos por la normativa vigente. También a veces los alimentos procedentes de agricultura ecológica tienen mejores cualidades nutricionales y organolépticas (sabor y olor) que los convencionales.
El beneficio de la producción ecológica para el agricultor está en que su finca, su agrosistema, mejora en capacidad de producción y su rentabilidad; para el consumidor, la producción ecológica abastece de alimentos de mejor calidad y para el medio ambiente supone disminuir el impacto de los factores negativos asociados a la agricultura intensiva.
El único factor que ensombrece esta forma de consumo, los precios más elevados, va reduciéndose poco a poco conforme aumenta la producción para abastecer a una mayor demanda. Amigo lector, compra productos ecológicos, son buenos para ti y para el planeta. Son fruto del conocimiento y la única superstición está en quienes los critican sin argumentos científicos.
