Bajo clamores de “Ley trans estatal ya” se solicitaba una ley específica que tratara y acogiera en su texto medidas específicas relativas a la realidad de estas personas. “Oído cocina”, se puede decir que la denominada popularmente como “Ley trans” prácticamente es una realidad. Llega el anteproyecto de ley al Consejo de Ministros tras unas negociaciones nada pacíficas.
Ya desde su borrador, el texto provocó un intenso debate ciudadano, fricciones entre socios, también creó alianzas inesperadas, pero también perdió adeptos. Con tales antecedentes, era de esperar que la disputa no hiciera más que intensificarse.
Entre sus partidarios se alaba, entre otras cuestiones, el reconocimiento de la autodeterminación de género mediante una declaración en el Registro Civil que no requiere de testigos, informes o pruebas adicionales, la prohibición de terapias de reconversión, se legislan por primera vez derechos fundamentales para las personas intersexuales, se incluye el conocimiento y respeto a la diversidad sexual, de género y familiar como un objetivo en todas las etapas educativas o también el establecimiento de un régimen de infracciones y sanciones contra la discriminación o la violencia.
Sin embargo, son muchos los que se alzan en contra del texto entendiendo que conlleva la renuncia a una ley específica, hace desaparecer el concepto de “autodeterminación”, excluye previsión alguna respecto de la realidad de las personas no binarias, supone un recorte de derechos en las políticas púbicas, descarta regular la situación de la infancia trans de menos de 12 años e incluso se critica que promueve normas que sustituyen el concepto de sexo por el de género y hacen peligrar los derechos de las mujeres.
Vemos como para unos, se afirma que estamos ante un momento histórico que supone situar a España en la vanguardia y, para otros, se llega incluso a afirmar que se han ignorado y despreciado las peticiones realizadas.
En medio de todo este jaleo generado, lo único que podemos sacar como conclusión es que, por suerte o por desgracia, en las leyes como en la vida, nunca llueve a gusto de todos y parece que se avecina tormenta.
