La ecuación más sucia de la política se ha impuesto nuevamente en la actualidad andaluza. Al igual que a la noche sucede el día o la calma a la tempestad, a un caso de corrupción que afecta a un partido político le sigue la táctica del ventilador que practican los causantes de los supuestos desmanes. Así de previsible y primitivo, a la par que delator: el señalado no pide tiempo para defenderse, ni el culpable redime sus pecados con la petición del perdón. No, nada de eso. La táctica es arrojar bazofia pestilante a la cara del adversario, aunque sea materia que ya pasó factura. Da igual la verdad o el sentido de la oportunidad. Lo importante es neutralizar el ataque con el bochornoso ¡Y tú más! Sin embargo, propagar la idea del delito extendido, lejos de ser una excusa para perdonar a todos, debe ser un estímulo para perseguirlos.
Así ha ocurrido con las reacciones en Andalucía tras la confesión de Luis Bárcenas, el extesorero del Partido Popular, quien ha contado a la Fiscalía Anticorrupción que Javier Arenas -otrora líder absoluto del PP andaluz durante varias décadas- cobró sobres con dinero negro. Lo más grave, con todo, es que Bárcenas admitió que el PP se financió irregularmente entre 1982 y 2009 con aportaciones de grandes empresas a cambio de obras públicas. En ese periodo, Arenas fue varios años secretario general en la calle Génova, aunque siempre lo negó todo.
Tras la cantada de Bárcenas,PSOE e IU han pedido alguna explicación o valoración al presidente del PP andaluz y de la Junta, Juan Manuel Moreno. La socialista Susana Díaz, que ha sufrido todo tipo de ataques por los EREs sin estar en la causa con el consiguiente desgaste electoral, espetó de inmediato a Moreno: “¿Qué opina, qué conocía porque usted sí que estaba allí?” Ante la sordina generalizada en la cúpula popular, fue el diputado portavoz de Economía, Ramón Herrera -casi inédito hasta la fecha-, quien respondió a la incómoda pregunta con un mensaje plausible: “Dejemos trabajar a la justicia”. Pensé por un instante, ¡ay, cándido de mí!, en la reacción acertada del PP porque, en efecto, aquí quien tiene la última palabra es la justicia y debemos esperar. Sin embargo, fue un oasis de oxígeno que enseguida se contaminó cuando las putrefactas redes sociales se inundaron de fotos de Díaz con Chaves y Griñán con la leyenda: “Ella sí que estaba allí”. Ya lo ven, política de ‘altura’ para que la ciudadanía no sólo les castigue a ellos, sino a todos. O usando un símil deportivo: quien está a punto de perder busca el empate a toda costa.
