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Salvamento Marítimo, una lucha por evitar tragedias en el mar

“No hay grúa, ambulancia o bomberos. En el mar no hay prácticamente de nada. Así que tienes que cubrir un poco todos los campos”, apunta el capitán Ruiz Méndez

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  • Salvamar Spica, en un rescate. -

Blas Ruiz Méndez comenzó a trabajar para Salvamento Marítimo hace casi 20 años y la actualidad es capitán de la nave 'Salvamar Spica', con base en el puerto de Almería, una experiencia que le permite asegurar con rotundidad que “no hay que irse a Italia o a Grecia para que ocurra una desgracia” vinculada a la inmigración irregular.

“Está ocurriendo aquí, y lleva ocurriendo muchísimos años. Y, por lo que veo, seguirá ocurriendo muchísimos más”, asevera en una entrevista con EFE, a la vez que muestra su sorpresa por el desconocimiento general de la actividad de este organismo dependiente del Ministerio de Transportes, así como de la realidad migratoria en el país.

Considera que “no se le presta mayor atención” a la llegada de pateras y al rescate de sus ocupantes, una tarea que supone una parte importante de la actividad de la 'Salvamar Spica', que debe realizar “misiones de lo más variopintas”, desde recoger unas palmeras que son un peligro para la navegación, a esta importante labor humanitaria.

“No hay grúa, ambulancia o bomberos. En el mar no hay prácticamente de nada. Así que tienes que cubrir un poco todos los campos”. Con base en el puerto de Almería, cuenta con un mecánico y dos marineros, en lugar de uno, ya que se ha reforzado a las zonas de inmigración, así como con su patrón.

Este equipo rescata a las embarcaciones precarias que se encuentra a la deriva, ya sea porque se han quedado sin combustible o porque han sufrido un fallo en el motor. Años atrás, “las ONG funcionaban de otra manera” y avisaban de la salida de pateras “con tiempo” y datos más exactos: “Podías irte tranquilo a casa sabiendo que no se ha quedado ninguna por ahí en medio”, dice.

Lo que tiene claro también es que no existe un “rescate tipo”. “Si la patera tiene diez personas, no suele haber problemas, pero si lleva a 90, es muy complicado. Al final tienes que jugar un poco a ser Dios y decidir quién vive o quién muere, porque si tienes a diez personas al lado y a un niño a diez metros, no puedes cogerlo hasta que saques a los otros diez”, reconoce.

El equipo funciona como un engranaje bien engrasado, y en condiciones idóneas un rescate puede ser cuestión de minutos. El mayor riesgo es que, en caso de que la patera no se haya hundido, los ocupantes de un lado intenten subirse “de golpe” en la nave de Salvamento Marítimo, lo que puede provocar que vuelque la embarcación.

Una nueva inmigración de argelinos

Años atrás, la mayoría de migrantes que llegaban a Almería eran subsaharianos. Desde poco antes de la pandemia del covid-19, ese flujo “se cortó radicalmente” porque la mayoría optó por la ruta de Canarias, y en esta provincia ha aparecido una inmigración de argelinos diferente.

“Ya no llevan unas embarcaciones precarias, ni las sobrecargan tanto. Son súper rápidas y pueden hacer un viaje desde Argelia en cuatro horas. Los descargan y se vuelven a ir. Son los llamados ‘taxis patera’”, abunda.

También se mantiene un flujo de marroquíes, explica, pero los magrebíes en general tienen una conducta distinta a la de los subsaharianos. Mientras que estos últimos buscan ser rescatados y alertan ellos mismos cuando tienen cobertura y se quedan a la deriva, en el caso de los extranjeros del norte de África “parece, entre comillas, que no quieren que se les preste ayuda”.

Un trabajo diferente

La jornada de trabajo de estos hombres de la mar es diferente, porque además de sus ocho horas diarias reglamentarias, tienen que estar disponibles las 24 horas. “Obviamente, no sabes cuándo va a saltar una emergencia”, sostiene.

Por ejemplo, a 30 nudos de velocidad media, alcanzar una patera que esté a unas 15 millas náuticas puede suponer unos 35 o 40 minutos. “Cuando la gente tiene realmente problemas en el mar, las cosas ocurren en mucho menos tiempo, para bien o para mal”, lamenta.

Al ser interpelado por su satisfacción con este trabajo, afirma que a él le “pagan” por su labor, pero admite que “podría hacerlo gratis, perfectamente”. “Como todo en la vida, tiene su parte buena y su parte mala, porque a veces, por muchos esfuerzos que hagas, hay cosas que no puedes evitar”, apunta.

“Te acuerdas de todos los que no eres capaz de conseguir salvar, pero sin embargo, es muy difícil que te acuerdes de uno que hayas salvado”, mantiene. Recuerda, por ejemplo, un episodio especialmente duro ocurrido en una noche en la que tras subir a bordo a un hombre, al “girar de nuevo ya no estaba la embarcación, sólo gente en el agua”.

“Esta noche he salvado a 12 personas. No quiero una medalla ni nada por el estilo. Pero sí poner en conocimiento de la gente que no hay que irse Italia o a Grecia para que ocurra una desgracia”, concluye. 

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