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Desde la Bahía

Vergüenza torera

No está nuestro país sobrado de vergüenza torera; es más hay en la actualidad un déficit muy acusado de la misma

Publicado: 27/11/2022 ·
14:49
· Actualizado: 27/11/2022 · 14:49
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Hace ahora doce años. Fue el 16 de noviembre de 2010 cuando la UNESCO declara el flamenco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Se lo merecía esa enorme familia de "cantaores" con su rey D. Antonio Chacón a la cabeza y su primer ancestro Tío Luis de la Juliana. La Isla, que tiene algo de divina porque no hay lugar o hecho donde no intervenga o encontremos algún isleño, no ha sido ajena a este cante universal. Y no han sido solo El Fillo - ahora se considera isleño -  Camarón o el Chato de la Isla, sino otros muchos con voz y arte al mismo nivel.    

Curiosamente al mundo del "cante jondo" en los últimos cincuenta años se han incorporado de modo espontáneo y tocando a "arrebato" grupos tan diferentes de personas, entidades culturales, políticos y poderes del Estado, antes indiferentes ante esta forma de expresión, que ahora llega a  aulas y universidades. Muy unido al "mundo de los toros" han alcanzado ambos una plenitud de ensueño y duende. Pero la suerte es bien distinta. Las "corridas de toros" soportan una persecución donde hay más inquina política, de partidos, que verdadero amor al vacuno, más de intereses espurios, que de sana, sencilla y honrada dedicación.

Nuevamente noviembre viene a darnos una alegre noticia. Francia que comparte afición taurina con España y también recibe ráfagas persecutorias de grupos radicales, esta pasada semana, gracias al apoyo parlamentario obtenido, consigue que no se llegue a abolir las corridas de toros en su suelo. siendo retirada tal proposición. Los distintos parlamentos hispanos no son tan unánimes y además el aficionado tiene que soportar gritos de "asesino" cuando pasa por taquilla o en el acceso a la plaza, porque hay que considerarlos como libertad de expresión. 


Las corridas de toros se han introducido en nuestra cultura por la puerta del valor, el arte, el duende y la belleza. Quien crea que es la moneda lo único estimula al diestro, es que en su vida ha conocido a ningún torero o aficionado a este espectáculo, donde con "franela roja" sabiduría e inspiración creativa, un hombre expone su vida ante un animal, bravo, con trapío y descomunal fuerza empitonada, que tiene en este festejo, la llave de su existencia. Es tal la entrega de estos "diestros" a su profesión, que, al sentido de responsabilidad que impone la obligación de cumplir con el propio deber, se le conoce con él con el calificativo de "vergüenza torera".

No está nuestro país sobrado de vergüenza torera; es más hay en la actualidad un déficit muy acusado de la misma. El pasado jueves, día en que se aprobaron los presupuestos generales del Estado, gracias al apoyo de partidos enemigos - si es esta la palabra más suave - de España y en sesión nocturna, con 187 votos a favor quedó derogado el delito de sedición, reducidas sus penas y complacidos de tal forma los grupos independentistas que hubo que escuchar frases tan indignantes como "les han quitado el juguete a los jueces fascistas". Se impone un nuevo concepto a este hecho: "desorden público agravado" y se dice que así nos igualamos a otros países europeos donde la sedición no está tipificada, cuando en realidad de lo que se trata es del uso de una nomenclatura diferente, porque volviendo nuevamente a nuestro país vecino, Francia, en ella la sedición nuestra es equiparable a tres artículos de su código penal que castigan con penas muy graves, hasta de cadena perpetua, los ataques a los intereses fundamentales de la nación, independencia, integridad del territorio, seguridad y forma de gobierno. La permisividad se ha dado como forma de triunfo, pero las consecuencias, el futuro nos la pondrá de manifiesto y en todo caso lo que faltó por parte de quien es responsable, fue "vergüenza torera" que, si la hubiera habido, no tendríamos que soportar declaraciones de "impresentables" diciendo que la aprobación del presupuesto la ha conseguido el Estado español gracias a los que quieren marcharse de España.

Cuando en el parlamento suenan sonrisas, mientras se debaten asuntos de tanta importancia como la limitación de funciones de la Guardia Civil, con aromas de eliminación,  en uno de sus territorios, la vergüenza torera se sonroja. Cuando los disturbios en la valla de Melilla han sido tan trascendentes y trágicos y la persona responsable, "en la que llueve sobre mojado" no pone su cargo en disposición de ser cesado o cuando la ley del "solo el sí, es sí” quizás redactada con la mejor intención, pero falta de conocimiento de las consecuencias que iba originar, si no se reconoce la inexperiencia o se presenta la dimisión, es que en ambos casos la "vergüenza torera" ha brillado por su ausencia y no digamos lo que va a ocurrir con la malversación.

La lista de hechos inverosímiles es amplia y tiene visos de seguir engrosando bajo la carpa de la mayoría parlamentaria, conseguida mediante uniones que se consideraron imposibles en principio, pero que el deseo de poder cambió la indumentaria aludiendo a la falsedad de que era precisa para la estabilidad del país. 

No hay algarabía, griterío, ni pancartas a las puertas de los edificios donde se llevan a cabo estas decisiones trascendentales para la vida del ciudadano de a pie y de gran importancia para el "caminar" de la nación. Las corridas de toros, sin esta trascendencia y con la riqueza que conlleva en cuanto a generación de empleos, impuestos, economía y comercio, si hay que abolirlas. Al final todo se basa en el empecinamiento, cuando no resentimiento u odio de los que siempre han antepuesto la ignorancia al conocimiento, porque si usaran el razonamiento, sabrían donde está presente y donde se muestra ausente la "vergüenza torera". Noviembre que abre las puertas al feliz tiempo navideño, es buen momento para reflexionar.  

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