El pasado mes de septiembre, el Gobierno húngaro, en manos del ultraconservador de Fidesz aprobaba un decreto con el que se obliga a las mujeres que quieran abortar a escuchar antes el latido del corazón del feto. En enero de este año, en Castilla y León se planteaba obligar a los sanitarios a ofrecer a las mujeres que quieran abortar escuchar el latido del feto y una ecografía 4D, en un plan para el fomento de la natalidad auspiciado por Vox y secundado por el silencio de sus socios del PP. Demagogia barata, ética de mercadillo, moralina de segunda mano amparada por la caspa, un machismo agriado y ciertas connotaciones de una religiosidad ajada y mustia. Pero en fin, siempre que hay detractores, hay partidarios, así que aunque no comulgue con semejante estupidez, planteo, ya que estamos sumergidos en el océano de los populismos, ampliar el decreto a otros ámbitos de la vida, esa que florece al compás de a sístole y la diástole del ciclo cardíaco.
Propongo, lub, dup, lup, dup, lup, dup, escuchar cómo se rompe la mirada y la mandíbula de un joven apaleado en plena calle al grito de ¡Maricón de mierda!... propongo escuchar todos los corazones, cada latido, incluso de aquellos que juzgamos sin tener ni puta idea de las circunstancias que les rodEscuchen pues el corazón. Su tic-tac, su frecuencia de entre 60 y 120 latidos por minutos, tan variable según la edad y el estado del sujeto. Para mejorar la escucha, acudamos a AliExpress o Amazon y encarguemos un estetoscopio que nos ayude a auscultar el interior del ser humano. Lub, dup, lup, dup, lup, dup… Así suena mi corazón, y el suyo… recuérdenlo, el corazón no distingue razas, ni condiciones sexuales o ideológicas… si le abrimos el pecho a cualquier hombre o mujer, vemos que ese músculo prieto es de un color magenta oscuro, con algunas zonas blanquecinas y amarillentas bajo el pincel de la grasa. Escuchemos pues el corazón, lub, dup, lup, dup, lup, dup… Así suena bajo el pecho esa cadencia vital que se acelera ante el miedo, la rabia, la indignación, el estrés, el consumo de ciertas sustancias o tras un ejercicio físico… lub, dup, lup, dup, lup, dup…
Lub, dup, lup, dup, lup, dup… Ampliemos el decreto por el bien de la demagogia y el populismo. Propongo obligar a cada ciudadano a escuchar el corazón del migrante minutos antes de fallecer ahogado en el Estrecho. Propongo mirarle a los ojos, observar cómo se diluye la salinidad de sus lágrimas en el océano que las engulle. Propongo rozar su piel. Propongo obligar por decreto a asistir a la autopsia y oler sus henchidos órganos, sus pulmones inundados de mar que dejaron de respirar tras emprender la más lícita de las huidas, aquella que pretende dejar atrás miserias y guerras, aquella que busca esperanza y futuro por encima de las vallas, los muros, las alambras y las concertinas.
Lub, dup, lup, dup, lup, dup… Ampliemos el decreto por el bien de la demagogia y el populismo. Propongo obligar a visitar a las madres de esos muertos y escuchar el llanto que emana de sus corazones. Basta con poner la mano sobre sus pechos y sentir ese lub, dup, lup, dup, lup, dup, entre la amargura y la desesperación. Propongo mirarlas a los ojos y decirles a la cara, sin que se nos altere el corazón, sin que se desboquen nuestros latidos, que su hijo merecía morir por ser ilegal y encima pobre. Ánimo, valientes, háganlo.
Lub, dup, lup, dup, lup, dup… propongo escuchar el latido del corazón de esa mujer que acaba de recibir una paliza del padre de sus hijos, del hombre con el que se casó, del novio del que un día se enamoró. Por ley, por decreto… propongo la obligatoriedad es permanecer a su lado, tras la puerta que su asesino golpea con el objetivo de quitarle la vida. Propongo sentir cómo se acelera su ritmo cardíaco a medida que se sumerge en su miedo, su angustia, su pánico, su terror, su impotencia.
Lub, dup, lup, dup, lup, dup… propongo obligar a escuchar los latidos del padre al que le dan cita para dentro de seis meses mientras contempla cómo una enfermedad devora a su hijo. Propongo explicarle en ese instante la importancia de rebajar los impuestos al tiempo que se potencia la sanidad privada. Lub, dup, lup, dup, lup, dup… Ánimo, valientes, háganlo.
Lub, dup, lup, dup, lup, dup… el corazón del parado, el corazón del mendigo que se muere de frío tras dormir en la intemperie de una sociedad que se ríe de sus debilidades… propongo escuchar el corazón del corzo abatido en un coto de caza y del toro que yace, desangrado en la plaza, con el lomo repleto de banderillas con adornos rojo y gualdos. Propongo llevar al Congreso el palpitar de los corazones a los que se les quiebra el mañana cuando se les niega una beca de estudios. Propongo llevar al Senado una cinta de audio con el latido del corazón de un menor extranjero no acompañado mientras duerme en la soledad de su desgarro y desarraigo y sueña con vuestros insultos. Propongo, lub, dup, lup, dup, lup, dup, escuchar cómo se rompe la mirada y la mandíbula de un joven apaleado en plena calle al grito de ¡Maricón de mierda!... propongo escuchar todos los corazones, cada latido, incluso de aquellos que juzgamos sin tener ni puta idea de las circunstancias que les rodean. Lub, dup, lup, dup, lup, dup… y por decreto debe estar prohibido legislar sin escuchar al menos lo que te dicta el corazón, aunque resulte que el suyo, incluso el mío, esté podrido.