El fallecimiento de José Antonio González de la Peña marcó la segunda jornada de camino
Una huella que no se puede borrar. Un pañuelo de silencio a la hora de partir. Un barco que se hace pequeño cuando se aleja en el mar. Un pozo sin fondo que no se vuelve a llenar... El desconsuelo se apoderó de los romeros jerezanos a mediodía, coincidiendo con un Ángelus, el de Marismillas, que Pepe Antonio no quería perderse a pesar de la enfermedad que este año le había impedido plantarse ante el Simpecado morado con el micrófono de la Ser con el que tantas veces había contado el Rocío.
Quiso la Virgen que fuera allí, en Marismillas, donde los romeros supieran del fallecimiento de José Antonio González de la Peña, vencido por una enfermedad que le había dejado en Jerez, soñando quizá con unas arenas que ya no volverá a pisar. La segunda jornada de camino no pudo comenzar con una noticia más descorazonadora, en una romería que ya venía de algún modo marcada por otros hechos luctuosos acumulados a lo largo del año.
El director espiritual de la Hermandad de Jerez, fray Martín Alexis González, no pudo ocultar su emoción al evocar su último encuentro con Pepe Antonio. “Visitó una por una a las imágenes de Santo Domingo. Cogió la mano del Señor de la Oración en el Huerto. Miró a la Virgen del Rocío, y me dijo que quería venir a Marismillas. Y aquí se ha quedado, porque la Virgen se lo ha llevado en Marismillas”, comentó. Ahora no queda otra cosa que “hacer de tripas corazón y dibujar una sonrisa de esperanza en el rostro”, a pesar de que el corazón “se muere a chorros”.
Y eso es lo que hicieron los romeros jerezanos, apretar los dientes y buscar la Laguna del Carrizal -este año con agua- y el rengue de almuerzo en el Rincón del Peregrino. Atrás había quedado un amanecer en un paraje inédito, un eucaliptal próximo a Marismillas; así como esa eucaristía a la que Pepe Antonio no quería faltar y que unió un año más a las hermandades de Jerez y El Puerto. La misa del jueves de camino fue oficiada por el obispo de Asidonia-Jerez, José Mazuelos, que se estrenaba en estos menesteres y que recibió la medalla del cordón morado que identifica a los rocieros de Santo Domingo. En su homilia, el prelado advirtió de que “sólo desde la humildad es posible encontrar a la Virgen y al prójimo”.
La de ayer era la jornada más corta en lo que a trayecto se refiere, ya que la comitiva jerezana apenas recorrería nueve kilómetros. Tras el rengue en el Rincón del Peregrino, los romeros empezaron a buscar el paraje de Carboneras, en el Cerro del Trigo, al que llegarían tras subir la pendiente arenosa de la Cuesta de la Leche. Ahí concluiría la segunda jornada del camino, posiblemente una de las más duras que ha debido vivir en mucho tiempo la Hermandad de Jerez.
El día de hoy llevará a la comitiva hasta Guaperal, en Palacio, en una singladura de más de veinte kilómetros que dejará al Simpecado muy cerca ya de la Aldea del Rocío. Como hito más destacado quizá sea necesario hacer referencia a la misa y posterior rezo del Ángelus en el desértico paraje del Cerro de los Ánsares, en lo que sin duda constituye uno de los momentos más emotivos de toda la romería.
2.061 romeros marchan con jerez
La comitiva de la Hermandad del Rocío de Jerez está siendo este año acompañada por un total de 2.061 romeros, según los datos ofrecidos ayer por la Delegación del Gobierno en Cádiz y que toman como base el embarque en Bajo de Guía.
Se confirma por tanto una reducción respecto al año pasado -cuando se contabilizaron 2.292 romeros-, pero no tan notable como se presagiaba hace unos días. De hecho, la realidad ha mejorado las previsiones realizadas por la propia hermandad, que estimó que el número de romeros rondaría los mil quinientos. En la comitiva figuran 42 vehículos pesados -igual que en 2009-; 117 vehículos ligeros, frente a los 137 del año pasado; 220 caballos, 41 menos; y 21 carretas, frente a las 23 contabilizadas hace un año. En 2008, embarcaron con Jerez 2.347 romeros.