Una ciudad sin historia

Publicado: 09/05/2023
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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El onubense actual carece de esa curiosidad por conocer su pasado, por indagar en su cultura más ancestral y, en general, pasa de largo
Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”. Esta expresión con una atribución confusa entre Carlos Marx y Jorge de Santayana, como cientos de ellas que mencionamos y otras muchas acuñadas en los refraneros populares, proverbios, adagios, apotegmas, máximas, sentencias, aforismos, etc. en general, paremias, todas con sus matices, son parte de nuestra cultura y encierran el saber popular, que pasa de generación en generación y viene a recordarnos la importancia de la experiencia vivida encerrada en pocas palabras como mera advertencia que debemos siempre considerar. 

Ésta concretamente tiene una cierta profundidad con nuestra ciudad, dada la poca importancia que en Huelva se le da a nuestra historia. La ciudad se ha convertido en un puzle confuso de retazos marcados por quienes mantenían el poder, forjando a su forma una localidad carente de propiedad, sin esencia y con miras más particulares, dejando atrás y olvidando los recuerdos de sus gloriosas etapas. La nueva Huelva, nunca mejor dicho, se construye a retazos y de perfil, sin mirar atrás, sin esa visión rescatadora que nos despoja de una necesaria identidad que nos aboca a la orfandad más miserable.

El onubense actual carece de esa curiosidad por conocer su pasado, por indagar en su cultura más ancestral y, en general, pasa de largo ante vestigios de otros tiempos, cimientos de nuestra actual vida. Es importante saber quiénes somos, de dónde venimos y sentirnos parte de esa historia, para reafirmarnos como un todo en proceso de evolución. Obviamente, nos han despojado de esa visión estructural que nos muestre aspectos identificativos, enterrados y/o abandonados a su suerte, esperando alguna confusa resolución que las nuevas generaciones ya ni conocen. El poder que da la historia nos es arrebatada, y con ello, ese orgullo que debería caracterizar al onubense. Fomentar y potenciar nuestra historia es una ardua tarea que pocos desean emprender, buscando el camino más fácil, más económico y, sobre todo, más devastador. “Sin historia, que podemos decir del presente”.

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