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El cementerio de los ingleses

Debate, conversación y un poco de autobombo

No tardó en llegar el comentario sobre que se está perdiendo la cabeza, que un niño no tenía por qué entender que una persona pueda ser transexual

Publicado: 26/09/2023 ·
12:18
· Actualizado: 26/09/2023 · 12:18
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Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Alguna vez, cuando hemos hablado de avances feministas, de avances en derechos LGTBI o de abrir la mente en cuestiones que eran tabú (lo triste es que lo sigan siendo), me han leído ustedes decir que "la sociedad avanza de boquilla". Mucha gente me ha dicho en petit comité que exageraba, que las cosas van mejorando y que peor se está en otros sitios. Sin embargo, basta un simple hilo en Twitter (no me acostumbro a eso de X) o un post en Facebook e Instagram para desmontar esa teoría del avance real en nuestra sociedad.

Hace unos días me encontré con un meme que hablaba de "devolver la masculinidad a los hombres", acompañado de fotos de Clint Eastwook, Humphrey Bogart y otros prototipos de tipo duro; "devolver la feminidad a las mujeres", con fotos en blanco y negro de Rita Hayworth y otras mujeres sex symbol del pasado; y "devolver la inocencia a los niños" con niños jugando. Compartí esa imagen en mis redes, comentando su mensaje: hay quien considera que el hombre sensible, empático y con una conducta basada en la asertividad no es masculino; que la mujer empoderada, que quiera su cuerpo independientemente de la talla o cuya imagen salga de los cánones establecidos, no es femenina; y que los nuevos modelos educativos, basados en la aceptación de la diversidad, la igualdad y unos mínimos de educación sexual para no tener la pornografía como referencia, corrompen la infancia. Para los sectores que piensan lo que acabo de decir, no cabe otra realidad que la masculinidad tóxica, la feminidad sumisa y la infancia ajena al mundo en que se vive, dentro de su mundo de esmegma, coñac barato, locales de alterne los sábados y misa los domingos.

No tardó en llegar el comentario sobre que se está perdiendo la cabeza, que un niño no tenía por qué entender que una persona pueda ser transexual (todo el debate giró en torno a eso), que no podía ser que hubiera mujeres celebrando su obesidad y que hubiera hombres con la testiculina más bien baja (por lo visto, tener empatía, respeto y emociones disminuye la testosterona según mi interlocutor). Ni que decir tiene que cerró su comentario con un "no quiero abrir debate, sólo quiero tener una conversación". Lo cierto es que era difícil mantener un debate cuando el propio comentario, conteniendo transfobia, roles sexistas y gordofobia femenina, ya me estaba dando la razón. Pero, además, es curioso decir que no se quiere entrar en un debate cuando es obvio que le iba a contestar.


Es curioso cómo, más allá del sexismo en cuanto a los estereotipos deseados por esta y muchas otras personas para hombres y mujeres, se ponía el foco en las personas transexuales como algo que los niños no deben ver o conocer. Si, como parece ser, estamos ante un mundo diverso, es lógico que los niños conozcan el mundo que les rodea y, ante la posible dificultad para explicárselo a los pequeños que pueden tener las propias familias, es mejor que lo haga un personal docente que ya está acostumbrado a adaptar los contenidos a las edades del alumnado. Del mismo modo que unas nociones de educación sexual a tiempo pueden evitar que el porno sea el tutor de los adolescentes en esta materia, normalizando conductas tóxicas al no tenerse en cuenta que es una visión poco realista de las relaciones sexuales en el mundo real. Al final, para muchas personas, el sexo es una forma de corromper a las personas desde muy temprana edad aunque luego quieras llevar a los niños a los toros (violencia) o educarlos en un credo concreto (adoctrinamiento).

Precisamente (perdonen el autobombo), uno de los reproches que algún crítico me hizo cuando publiqué Nombres de Mujer, era que yo llevaba a gala la perspectiva de género en mi narrativa erótica con relatos muy explícitos y "casi pornográficos". Y, en realidad, hay sexismo en ese comentario que da por hecho que el erotismo para mujeres debe ser algo muy light, edulcorado y con las hadas de Walt Disney revoloteando en medio de la habitación. Como si, por ser mujer, no pudiera gustarte un relato más duro y, si así fuera, tuviera que ser por sometimiento al hombre, que también está obligado a tener unos gustos más hardcore. Dos en uno.

 

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