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Martes 02/07/2024  

Amargados sin fronteras, el retorno

Seguro que en los últimos días ha escuchado cómo alguien se lamenta de la hipocresía que reina en el mundo en estas fechas tan señaladas del calendario. El discurso se repite año tras año: que si por qué hay que ser feliz; que si por qué hacer el bien precisamente ahora; que si por qué se sientan a una misma mesa quienes luego no se hablan; que si por qué hay que regalar trenes eléctricos, corbatas y colonias...


Mantienen este discurso los aguafiestas profesionales, una suerte de colectivo de amargados sin fronteras a quienes sencillamente repatea que el resto de sus congéneres aparente felicidad.

Este tipo de sujetos suele denunciar en voz alta la injusticia que supone comer jamón y langostinos cuando otros no tienen casi nada que llevarse a la boca, pero prefieren quedarse en casa antes que irse a las misiones del África.

Pasará la Navidad. Llegarán otras fiestas, y allí estarán ellos. Deseando que llueva a mares en Carnaval y Semana Santa para que el prójimo al que tanto dicen amar no pueda disfrutar de sus tradiciones. Dirán que el dinero que se invierte en esas fiestas bien podría destinarse a acabar con el hambre del mundo, pero ellos no se rascarán nunca el bolsillo, ni para contribuir al sostenimiento de las tradiciones, ni para ofrecer un kilo de lentejas a un desvalido.

Llegarán las ferias y romerías, las vacaciones de verano y los puentes de otoño. Y no les parecerá correcto que la gente disfrute, porque seguramente pensarán que no atravesamos la mejor época para tratar de pasarlo bien.

Al colectivo de amargados sin fronteras pediría que guardara un respetuoso silencio que no enturbiara la felicidad de quienes les rodean. Dejen que la gente se desee lo mejor y disfrute aunque sea una vez al año. Mejor es eso que jorobar por jorobar.

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