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Raphael, vuelve por Navidad

Nada, ni los años, ni la enfermedad, ni la crisis discográfica han podido con ese gran cantante que es Raphael. Cincuenta años después de su nacimiento como estrella de la canción (el segundo lo celebró después de que los médicos le dieran el alta...

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Nada, ni los años, ni la enfermedad, ni la crisis discográfica han podido con ese gran cantante que es Raphael. Cincuenta años después de su nacimiento como estrella de la canción (el segundo lo celebró después de que los médicos le dieran el alta, tras haber superado las dificultades de un transplante de hígado que le salvó la vida), el niño de Linares vuelve a arrasar en las listas de éxito posicionándose en el número uno. Todo un fenómeno digno de estudio.

De ahí que muchos nos preguntemos: ¿cuál es el secreto del cantante, aparte de su privilegiada voz? Estoy segura de que un porcentaje de sus éxitos como cantante y persona –que tanto monta monta tanto–, hay que buscarlo en su estabilidad familiar, que le ha ayudado a centrarse en su carrera, sabiendo que los pequeños y grandes problemas de la vida cotidiana los resolvería esa gran mujer que es Natalia Figueroa. Con la que se casó para sorpresa del respetable, cuando ni el más optimista daba un duro por esa relación. Y quién sin abandonar su vida como escritora y articulista ha sabido sacar adelante a su familia, sin escándalos, sin quejas, sin impedir que los focos de los medios de comunicación les alumbrasen sin cegarles.


Prueba de ello es la cantidad de caras conocidas y de periodistas que acudieron al concierto que dio en Madrid para presentar su nuevo disco, en el que incluye 20 canciones cantadas a dúo con 21 grandes artista de la música española e hispanoamericana.

Sin duda un buen regalo para hacer por estas fechas a todos aquellos que pertenecen a la generación de un hombre que tan buenos momentos nos ha proporcionado. Recuerdo que teniendo 15 años tuve que pasarme toda una noche esperando en la Gran Vía madrileña para conseguir entradas para uno de sus conciertos. No sólo no me arrepentí del palizón sino que disfruté de una noche increí-  ble.

Hay quien dice que prefiere al Raphael en disco al Raphael en concierto. Yo no, porque como diría Enrique Iglesias, en el escenario Raphael es una experiencia casi, casi religiosa, precisamente por sus excesos con la voz –es capaz de estar tres horas seguidas sin mostrar el más cansancio–, con el cuerpo, con el micrófono, con los chales que mueve como nadie, y que es lo que le hace diferente a todos sus contemporáneos.

Por supuesto que en España ha habido y hay grandes cantantes, pero pocos con la dedicación de Julio Iglesias –otro histórico de la música melódica–, y de Raphael. Que nadie crea que siguen en activo por dinero, no, cualquiera de los dos podría jubilarse y vivir ellos y sus hijos sin necesidad de dar un palo al agua. No lo harán mientras se mantengan en pie en el escenario, o mientras la gente acuda a sus conciertos a escuchar sus viejas y nuevas canciones.

Parece increíble pero es verdad, tanto Julio como Raphael no conciben la vida fuera sin escuchar los aplausos del público, de su público, el mismo que les ha seguido durante estos cincuenta años, con verdadera devoción.

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