Además de Jerez, hay otras ocho ciudades españolas que han anunciado la presentación de su candidatura a Capital Europea de la Cultura: Granada, Toledo, Burgos, Cáceres, Oviedo, Pamplona, Palma de Mallorca y Las Palmas. Hasta ahora, en nuestro país, ya lo han sido Madrid (1992), Santiago de Compostela (2000), Salamanca (2002) y San Sebastián (2016). Al respecto de quién será la sucesora podemos teorizar de diferentes maneras en nuestro favor. Por ejemplo, que ya toca izar en el sur de España la bandera de la capitalidad. Eso reduciría las opciones entre Jerez y Granada, pero también Las Palmas, que ya se presentó al proceso en 2016, clama ser la primera capital insular del país.
En cualquier caso, todos los nombres infunden respeto, pero si algo hay que tener claro en este punto de partida, que es idéntico para las nueve ciudades, es que
esto no va ni de nombres, ni de historia, ni de patrimonio, sino de futuro, y el mejor ejemplo lo tenemos en ciudades de toda Europa, muchas de ellas desconocidas para la mayoría, que han sido designadas como Capital Europea de la Cultura: Berge, Patras, Sibiu, Linz, Pécs, Turku, Umea, Mons, Pafos, Leeuwarden, Plovdiv, Esch-sur-Alzette, Novi Sad, Tartu, Bad Ischi, Bodo, Chemnitz... prueben a colocarlas en el mapa.
Por eso mismo,
el Ayuntamiento de Jerez no sólo ha sacado a concurso una consultoría técnica, sino que se está basando en la experiencia de otras ciudades de otros países que han sido elegidas o han participado en el proceso. En el acto de presentación de la candidatura, el pasado julio, contó con hasta tres testimonios para reforzar la idea. Y esa idea pasa por creer en las posibilidades de la candidatura de Jerez.
Entre esos testimonios figuraba el del portugués
Carlos Martins, CEO de Opium, una entidad especializada en los procesos de candidaturas europeas. Ha estado al frente de la candidatura de Guimaraes, que fue elegida en 2012, y recientemente de la de su pueblo natal, Aveiro, aunque la ganadora ha sido Évora, para 2027. En este sentido, él puede hablar de lo que supone la capitalidad, pero también de lo que supone recorrer el camino. Y hace una advertencia lógica al respecto: "
Cientos de ciudades han presentado sus candidaturas para el “mayor evento cultural de Europa. La mayoría no ganó”. Y puesto que es lo que le suele pasar a la mayoría de ciudades candidatas, invita a hacerse una pregunta inevitable: “
¿Tiene sentido competir? ¿Vale la pena invertir recursos económicos y humanos para un evento de un año? ¿Tiene sentido el esfuerzo? La respuesta es depende. Depende de lo que Jerez quiera hacer en el futuro, porque esto no es una competición entre ciudades sino con la misma ciudad. No es un festival ni un programa cultural, sino un proyecto político sobre cultura”.
Es decir, si Jerez anuncia este compromiso, lo está haciendo “con el futuro de su ciudad y Europa, dando prioridad al papel central de la cultura en su territorio, en favor de la economía, de la educación, de la sociedad, involucrando a todos, ciudadanos, asociaciones, los que nacen aquí y los que han venido aquí, los ricos y los pobres. Esto es un proyecto de todos en el que hay que implicar a artistas y creadores para diseñar la ciudad en la que quieren vivir, atraer artistas de toda Europa para construir la ciudad, juntos, y contribuir a los valores europeos que implican una ciudad sostenible, inclusiva, justa, tolerante y democrática”. Martins insiste: “
No es un proyecto sobre el pasado, sino sobre el futuro, no es sobre nosotros, sino sobre los demás. Sobre qué Europa queremos construir para 2031 y para después. Sobre qué paradojas vamos a enfrentar, que problemas se pueden resolver con la cultura. Es complejo pero fascinante, y oportunidades como ésta no se repiten”.
Y concluye con otra de las claves, la de la transformación: “Será un profeso transformador, obtengan o no el título. Pero tienen que estar preparados y dispuestos para pensar el Jerez del futuro, para querer más Jerez en Europa y para traer más Europa a Jerez. Si es así, este proyecto es para todos. Si todos participan, en Jerez lo tienen todo para preparar una candidatura excelente y ganadora”.
Elefsina
Otro ejemplo al que asomarse. El de la antigua Eleusis, la ciudad griega de Elefsina, de apenas 35.000 habitantes. Fue designada en 2021, pero la pandemia postergó la programación a 2023. Ése fue su año, y también “una gran experiencia”, como relató Angeliki Lampiri, directora de Cultura Institucional del municipio heleno. “Lo que aprendimos durante este viaje es que fue largo y no fue fácil”, aunque la pregunta que hay que hacerse en su caso es por qué una ciudad tan pequeña pudo ser capital europea de la Cultura. Para responderla hay que profundizar en su pasado histórico y en la realidad del que era su presente en el momento de presentarse: Hablamos de una de las cinco ciudades secretas de la antigua Grecia, aunque no muy conocida a nivel europeo. En la antigüedad, la gente acudía la misma a pie para purificar sus almas, “daba igual si eras un rey o un esclavo”. Pero a principios del siglo XX se convirtió en zona industrial y sufrió graves daños ecológicos.
“Cuando acudí a trabajar la candidatura me encontré con una ciudad que no estaba orgullosa de sí misma. Los jóvenes no tenían oportunidades y me pregunté cómo podía cambiar esta generación, cómo la cultura puede contribuir a ese cambio, haciéndola llegar a todos los barrios y que la gente participara. Esa fue la clave, cómo cambiamos a esta generación que incluso se avergonzaba de decir que vivían en Elefsina”, contó Lampiri. En este sentido, incidió en que “no importa lo grande que sea tu ciudad o tu historia. Esto va de lo que estás soñando, de cuáles son tus desafíos. Primero tienes que ser honesto con lo que quieres en tu ciudad de forma colectiva.
Sed honestos sobre la forma de afrontar los problemas de la ciudad e intentad buscar soluciones colectivas a través de la cultura. No tened miedo de vuestro errores. Nosotros buscamos la transición de la ciudad a través de la cultura. Hay que visualizar los sueños de la ciudad, pero para alcanzarlos hay que atravesar un difícil proceso”.
El caso de Faro
La ciudad portuguesa de Faro también compitió para ser capital en 2027. Bruno Inácio, experto cultural, encargado de la candidatura,
insistió en la importancia del “camino”, más allá de alcanzar el objetivo. “Muchas veces vemos escrita la frase de que lo importante es el viaje no el destino, y vengo a deciros que en este proceso el viaje lo es todo. Porque todo lo que hagáis en los próximos años es lo que va a marcar la diferencia”. E incidió en otro componente fundamental, el de poner a las personas en el centro de todo. “Esto es un proyecto que hay que abordar con las personas y para las personas. Durante el proceso, mi alcalde me preguntaba qué estábamos haciendo. Antes ni hablaba de Cultura, ahora la ha convertido en una prioridad para la mejora de la ciudad, y eso se hace con las personas”. Su conclusión es muy reveladora: “No nos escogieron, pero la cultura nos ha escogido a nosotros para mejorar la ciudad”.
Un modelo de transformación
Elefsina, la antigua Eleusis, fue elegida como Capital Europea de la Cultura 2021; sin embargo, la pandemia obligó a postergar su programación a 2023. Conocida por ser una de las cinco ciudades sagradas más importantes de la antigüedad, su historia cambió a partir del siglo XIX al convertirse en uno de los mayores centros industriales de Grecia, lo que provocó una importante degradación del medio ambiente. Ahí, precisamente, radicó el éxito de su propuesta para ser elegida como capital cultural, al contribuir a la transformación de la ciudad, marcando una nueva era para Elefsina y su transición hacia un nuevo modelo de desarrollo, centrado en sus activos culturales a partir de cuatro objetivos estratégicos: Cultura, Personas, Ciudad y Medio Ambiente. Lo logró apoyando la creación artística y la expresión cultural; aumentando la confianza, el orgullo y el entusiasmo de los ciudadanos por la ciudad; reactivando infraestructuras que mejorasen la calidad de vida de la población; y conformando una conciencia ecológica colectiva a nivel local y regional.
El eco de Guimaraes 2012
La ciudad portuguesa de Guimaraes inauguró su capitalidad el 21 de enero de 2012 con un espectáculo de La Fura del Baus. Diez años más tarde, en enero de 2022, la ciudad conmemoró la fecha con un acto en el que su alcalde, Domingos Bragança, se refirió así al impacto de la designación y al legado de la capitalidad una década después: “Después de diez años, cuando hoy evocamos la memoria de Guimarães 2012 – Capital Europea de la Cultura, no evocamos el pasado. Cuando evocamos la memoria de Guimarães 2012 no lo hacemos con la intención de evaluar o hacer valoración alguna. ¿Qué sentido tiene cuestionar lo que pudo haber sido, cuando lo que queremos es diseñar y preparar el futuro?”. Bragança citó entonces la apertura del rehabilitado Teatro Jordão y del Garagem Avenida como ejemplos de “un paso más en nuestro camino irreversible y convencido hacia el desarrollo de la sociedad a través de la Cultura”, así como el nuevo Plan Estratégico Municipal de Cultura, en tanto que un instrumento de trabajo “que abrirá nuevos frentes en el desarrollo cultural de nuestro municipio, continuando el camino de Guimarães como territorio que produce, consume y piensa en Cultura. El proceso de desarrollo de la Cultura en Guimarães es irreversible. En Guimarães, el futuro que queremos es un futuro de la Cultura, de un mundo cultural compartido”.