El tiempo en: Huelva
Martes 23/04/2024  

La escritura perpetua

Sublimes artista y modelo

‘El artista y la modelo’ es una profunda y brillante reflexión sobre el arte, pero sobretodo se trata de una monumental, cuidada y conmovedora película sobre la vida y la muerte, sobre el amor: sobre el sustrato de la existencia.

Publicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai

‘El artista y la modelo’ es una profunda y brillante reflexión sobre el arte, pero sobretodo se trata de una monumental, cuidada y conmovedora película sobre la vida y la muerte, sobre el amor: sobre el sustrato de la existencia. Fernando Trueba (Madrid 1955), director de la cinta, ha construido una sensacional historia, producto de su madurez creativa, en la que vuelca una vez más sus ideas y obsesiones con la suficiente dosis de talento para que el espectador se identifique con ellas. Esa conexión es algo muy complicada de conseguir, pero Trueba lo ha hecho en casi todos sus trabajos cinematográficos, desde ‘Ópera prima’ (1978), su primera entrega, hasta ‘Chico y Rita’ (2011), la última.
     ‘El artista y la modelo’ es una película lenta, premeditadamente lenta, porque lentos son los movimientos, los pensamientos y el caminar de los viejos. Lentos por la melancolía que a veces los envuelve, y porque saben que no deben apresurarse en nada porque el final del camino puede estar muy cerca. Las ideas, la poesía y el derroche de emociones que contiene esta película inolvidable sólo podría expresarse, como ha hecho Trueba, a un ritmo sosegado, en el que cada palabra tiene sentido en sí misma. Además, la película es en blanco y negro, el color de los sueños.
     El artista, encarnado por Jean Rochefort, ha perseguido durante toda su vida, como todos los artistas, la obra maestra. Y desde la pantalla nos cuenta, con un guión sublime, que la obra maestra emerge como un árbol, entroncada a la tierra, a la naturaleza, viva. Que en el arte hay que buscar el equilibrio, para luego romperlo. Dar con la idea. Eso es lo fundamental: la idea. Y todo ello lo dice el artista desde su sabiduría, su paciencia y su malhumor de viejo a la joven y luminosa Aida Folch, la modelo, de la que puede o no estar enamorado, porque en esta película resulta tan importante lo que se cuenta como lo que se calla. Pero el artista visualiza en la modelo el tiempo irrecuperable, el paso implacable de la vida. El director insinúa que el artista convive con la depresión, pero ha decidido dar un paseíllo torero hacia la obra definitiva. Después podrá mirar sosegadamente, con la serenidad de la muerte o de la gran obra ya concluida, como el sol alumbra las hojas de los árboles dotando a cada una de una tonalidad diferente.
     “Las dos cosas por las que vale la pena vivir son el desnudo de una mujer y el sabor del aceite de oliva”, afirma el artista, con su elegancia del hombre que fue alto y no se resigna a encorvarse, que sabe amar, sentir, apasionarse y, lo que es más difícil: morir.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN