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Viernes 19/04/2024  

Patio de monipodio

Gran rey

Como lo llamó Góngora, el Guadalquivir, nuestro Guadalquivir, fundidor de pueblos, transmisor de cultura por la acción de los vasos comunicantes, Nilo andaluz que acerca las comarcas andaluzas, creador de la ciudad de Sevilla, engendrador, con sus limos, del frágil tesoro que es el Parque Nacional d

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Como lo llamó Góngora, el Guadalquivir, nuestro Guadalquivir, fundidor de pueblos, transmisor de cultura por la acción de los vasos comunicantes, Nilo andaluz que acerca las comarcas andaluzas, creador de la ciudad de Sevilla, engendrador, con sus limos, del frágil tesoro que es el Parque Nacional de Doñana, debería discurrir perezoso, lentamente, para retrasar la entrega de sus aguas al Océano, libre de la interesada acometida dialéctica-demagógica de los políticos, tan prestos al “parecer y no ser”.

Nuestro Guadalquivir ha sufrido la aceleración de su corriente, por las cortas en busca de mejorar la navegación. Sevilla, que nació y ha vivido pegada a la mar, necesita un puerto, del que siempre ha dependido, como parte que es de su estructura social e industrial. Se tomó el aparentemente “camino más corto”, en busca de un ahorro mucho más caro a la larga, igual que la marisma sufre al depredador cangrejo rojo, sin respeto a las especies autóctonas. Ni al cultivo del arroz, ahora utilizado como honda contra el proyecto de mejora de la navegación.

En un mundo tan tecnificado como, capaz de hacer salubre el agua del mar, de transportar iceberg, de atraer o rechazar lluvias o de encapsular cultivos artificiales, enfrentar riegos a navegabilidad es, cuando menos, ridículo. Oponerse al dragado -que en gran medida es devolver al río su profundidad-, en supuesta defensa del cultivo en la marisma y de Doñana, sólo puede ser cortina con que ocultar otros intereses. Por ejemplo, privar a Sevilla de un puerto, en beneficio de otros emplazamientos. Que por ahí van los tiros, sin duda. La Junta de Andalucía perdió las competencias sobre el Guadalquivir, merced a la incompetencia de dirigentes y sentencias, pero las mantiene sobre las márgenes y los puertos. Es deber suyo la mejora de todos los existentes. Pero, como viene siendo norma, para la Junta no es norma la defensa de Sevilla. Dramática conclusión del artificial enfrentamiento provocado para ocultar la incapacidad de ciertos dirigentes locales y autonómicos.

El dragado del Guadalquivir es compatible con arrozales y naturaleza, si se aplican las medidas pertinentes, en vez del impertinente martilleo del perjuicio a una ciudad, con el cobarde y oportunista pretexto de impedir protestas, que han sido previamente inducidas, para poderlas usar como pretexto. La Junta quiere ignorar que Sevilla está dentro de los límites de Andalucía. Y que tiene un peso específico, por extensión, por habitantes y por historia. Y por necesidad vegetativa. Más que incongruente, hipócrita, es usar Doñana contra el dragado y mostrarse dispuestos a atravesarla con una carretera sólo útil para urbanizar la franja costera, la desaparición de las únicas dunas móviles de Europa y la sobreexplotación de sus acuíferos, con la salinización irremediable del subsuelo del Parque Nacional. Eso sí que sería el fin de Doñana y de los arrozales.

Para el interés político, discutir parece más útil que trabajar. Y perjudicar a esta ciudad, más que aportar mejoras a las demás. “Lo que duele es beneficiar a Sevilla”. O eso creen, como si los pueblos, por naturaleza, fueran tan mezquinos como ellos.

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