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Fijo mirar atrás, incierto adelante

Meses complicados, de crisis. Letreros como ?Se alquila? o ?Cierre por liquidación?, están más presentes de lo deseado en los escaparates. Aún así hay valientes que se deciden a emprender

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  • Manuel Alarcón en la ferretería que regentó desde hace una quincena de años, local que antes fue frutería, también familiar. -
Posiblemente sea porque la vida continúa, o porque no hay más remedio, salvo milagros dinerarios, que continuarla. Un negocio, sabemos, es un conjunto de elementos puestos a disposición de los clientes con las miras puestas en ganarse las habichuelas o en prosperar yendo a una mejor existencia. Pero entre esos elementos, también, aunque no es tan material como lo puede ser el euro o un taladro, están las cualidades personales del comerciante.
  
En el mes de enero, vino Pepe Alarcón para contarnos que se quería “despedir de mis clientes, agradecerles que hayan depositado la confianza en mí”. La jubilación suena a despedida, pero puede que no. O que también refleje agradecimiento, cierta nostalgia, melancolía. En el caso de Pepe, con ese característicamente cariñoso deje en la voz, además, a la necesidad de contar cosas, de seguir aferrado al pan suyo de cada día en los últimos quince años. Y aunque no sea exactamente una disculpa por  no haber seguido siendo frutero, sí un verdadero reconocimiento a su eterna y vitalicia condición de hortelano. “Nací hortelano, de padres hortelanos y aunque haya tenido que desenvolverme en otras profesiones como comercial y ferretero, me sigo sintiendo hortelano”, dice Pepe. Lo afirma absolutamente convencido y con ese gesto de sentimiento que no sale del rostro sino que viene de algo más adentro. Como si ahora, que tiene otro tiempo porque la jubilación llama a su puerta, quisiera emplearlo, no en atender al cliente sino en reivindicar y reivindicarse en ese oficio de hortelano que se está perdiendo en algunos lugares, que en otros se está masificando o industrializando de una manera tan bestial que puede dejarse jirones de su esencia.
  
Llega un viajante o un comercial,  un cliente. Y repasa con el primero, catálogos, productos, necesidades... Y con el segundo, atención. “Casi que no necesito preguntarles lo que quieren, en cuanto los veo entrar ya sé más o menos  por donde puede ir la cosa”. Eso, a eso, se le puede llamar psicología. O repetición de actos continuados en el tiempo, en los minutos y en los segundos. Miles de ellos en años. No rutina, porque cada segundo, cada cliente y cada producto (y más en una ferretería) es un mundo diferente.
  
Se jubila Pepe Alarcón, no sin antes dejar encarrilado el negocio en la nueva familia que va a vivir de él. Y no sin haber abusado un poco de la confianza de sus amigos y conocidos en una colecta, a base de pocos euros en pocos euros, para irse a tierras sudamericanas a entregar ropa a los niños más necesitados.

Camino empezado

En octubre de 2008 decidieron aportar su experiencia en un oficio para ellas mismas. Dejar atrás la cuenta ajena y empezar con su propio negocio. Cambiar las posibilidades y desventajas de una nómina, por las otras posibilidades y desventajas de ser autónomas y autoempleadas. “Nos va bien”. Y decir eso en tiempos de crisis tan acuciante y asfixiante para los comercios (no sólo para ellos), ya es bastante valoración sin que quepa lugar a ninguna otra duda.
  
La peluquería y centro de estética “Gala” está en la calle Agustín Valverde  número 10. Rosa atiende a sus clientes para hacerles la cera, arreglos de cutis, belleza en general, con diferentes tratamientos para sentirse mejor. “Incluso trabajamos con células madre”, comentó. En el ambiente, olor a flores y serenidad. Algo más de bullicio en el apartado dedicado a peluquería, para señoras y caballeros. Ya se sabe que la complicidad entre quien se sienta para que sea su cabello atendido y quien maneja los pelos del cliente con sus manos, puede llegar a ser muy alta.
  
El sonido de los secadores no es un zumbido aunque lo parece. Es como el viento que busca horizontes y no parará hasta que los bien encuentre.

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