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Miércoles 24/04/2024  

Patio de monipodio

No es bailar

No es bailar, bailar de lejos, ya lo dejó claro clarísimo Sergio Dalma en la nueva ocasión perdida del Festival de las simpatías interestatales. Bailar de lejos no es bailar, es como estar bailando solos...

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No es bailar, bailar de lejos, ya lo dejó claro clarísimo Sergio Dalma en la nueva ocasión perdida del Festival de las simpatías interestatales. Bailar de lejos no es bailar, es como estar bailando solos. Pues mayor soledad es mantener vacío el estómago. El estómago vacío es enemigo del baile, pero no es eso lo peor. Lo peor es no tener para comer. Y ya hay demasiadas familias en esas condiciones. Y en esas condiciones tomar comida no es robar, por más que no lo entiendan los propietarios de la comida -que no serán responsables de la situación creada-, el gobierno -ese sí, de sobra-, los jueces, la TV, la policía y millones de conscientes vecinos, solidarios con quienes la sufren pero en el fondo, como dejan constancia, plenamente insolidarios en su ortodoxay “juiciosa corrección”.

Toda forma de robo o hurto es deplorable. Pero también lo es desposeer a una mayoría de todo medio de subsistencia, desposesión que puede incitarles a tomar el alimento necesario, aún cuando les repugne robar. La pena es que desposeer a la gente de todo medio de subsistencia no está penado. Una pena. La situación, alarmante, creada -muchos sueldos han bajado a la mitad, además del preocupante nivel de paro, que tan poco preocupa al gobierno- no puede ser resuelta con medidas restrictivas y represivas. Eso nos llevará al pasado, a un pasado reciente que quienes demuestran lo absurdo de creer en sus palabras, decían no querer. Un ley para castigar a quien critique la acción del gobierno, acción que debe ser pública y, por lo tanto, criticable, está pensada para imponer el criterio único, para impedir que se muestre el descontento.

Castigar las manifestaciones nos devuelve al dictatorial TOP, que creíamos superado hace treinta y siete años. Si el gobierno quiere defenderse, podría laborar en beneficio de la mayoría y, en vez de nuevas y más medidas represivas y coercitivas, dedicar medios a la industrialización. Los millones entregados a los bancos, los perdidos por las cajas de ahorros en manos de los políticos, habrían servido para esa necesaria industrialización que, a su vez, sumando plusvalías y generación de empleo, estaría repercutiendo en las entidades bancarias y en Hacienda. Hacienda estaría percibiendo ahora mismo más de lo que generan sus nuevos y abultados impuestos. La mejoría se obtiene mejorando; financiando a un sector se le lleva a la inacción. La banca hoy no necesita mover el dinero: no le hace falta, le han regalado el nuestro.

Lo peor es que después de tanto prometer la “próxima salida de la crisis”, caemos del guindo alenterarnos que la recuperación tardará todavíaotros veinte años. Veinte. Y en vez de aplicar medidas para reactivar la economía, o sentir vergüenza por su incapacidad, redactan leyes filo-fascistas, para coaccionar y reprimir, y se crean verdaderos ejércitos privados. La peor defensa que pudiera imaginarse, porque, antes o después se volverá en su contra. Pero quizá la incapacidad sólo sea aparente, por servil obediencia al gran capitalismo hispano y, en especial, al europeo, que nos quiere sólo compradores de su producción, aunque la extrema debilidad impida cargar siquieracon un ventilador.

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