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Sábado 20/04/2024  

La Gatera

Huevos de oro

A propósito del fallecimiento de la tirabuzoneada Shirley Temple cayó en mis manos un documental sobre el preocupante fenómeno de los mal llamados “niños prodigios”...

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A propósito del fallecimiento de la tirabuzoneada Shirley Temple cayó en mis manos un documental sobre el preocupante fenómeno de los mal llamados “niños prodigios”. Digo mal llamados porque entiendo como un niño prodigio aquél que hace alguna actividad con la profesionalidad de un adulto o incluso mejor. Niños que van anunciando que serán adultos brillantes. Pero lo que hoy entendemos como niños prodigio se acerca más a un mono de feria que al pobre Mozart.

En este documental se hablaba de varias facetas en las que los niños eran exhibidos por sus padres como pequeños trofeos. Desde niños predicadores hasta niñas disfrazadas de pequeñas prostitutas, desfilando por la pasarela de un concurso de belleza infantil. Imágenes que te hacen reflexionar.

Como la pequeña Lisa, de 4 años, que protagonizó uno de los escándalos más sonados en un concurso de belleza estadounidense. Disfrazada como la mítica Olivia Newton John en la escena final de Grease, vestida de negro con una chaqueta de cuero y fumando un cigarro. Pero lo más llamativo de su actuación es que se oye decir a la madre de la niña, antes de subir al escenario, “no te olvides de fumar”. Terrible.

Servidora no tiene televisión en casa, pero sí la ve en casa de amigos y familiares. Y les confieso que me horroriza el uso de los niños en algunos programas de televisión. Veo niños cocineros, niños imitadores o niños multiusos como navajas de Albacete, que lo mismo te cuentan un chiste que entrevistan a un famoso.

Detrás de esos niños hay unos padres. Unos padres a los que no les vendría mal releerse la primera declaración de los derechos del niño que se articuló en la Declaración de Ginebra el 26 de diciembre de 1924, y que redactó Eglantyne Jebb, la mujer admirable que fundó Save the Children.

Esos derechos no se pensaron sólo para los niños africanos que empuñan un fusil, o para las niñas tailandesas prostituidas. Esos derechos están pensados también para ese niño que hace una gracieta delante de sus padres y deja al descubierto una indefensa gallina de huevos de oro.

Decía Victor Hugo que cuando un niño destroza su juguete, parece que anda buscándole el alma. Me da miedo pensar lo que buscan sus padres al destrozarle el alma a un niño.

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