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Viernes 26/04/2024  

Patio de monipodio

Ellos, también

Durante siglos se nos ha hecho culpables; todo el mal, todos los males eran culpa nuestra...

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Durante siglos se nos ha hecho culpables; todo el mal, todos los males eran culpa nuestra. Fuimos los vagos de la siesta, hasta que, descubierto fuera de España su valor terapéutico, pasó a ser “el yoga español”. Hemos sido los juerguistas hasta que el flamenco “se ganó” la denominación de folklore “español” y la guitarra recibió el apellido de quien antes la despreciaba como “instrumento menor”. Éramos los “malhablados”, pero la “d” intervocal y la “s” final, se han perdido en casi toda la geografía hispana. No sabíamos ni comer, hasta que -por reconocimiento internacional de su alto poder alimenticio y degustación- el gazpacho “saltó” a ser “una delicia culinaria “española”. Y así sucesivamente.

Toda nuestra cultura, toda nuestra forma de ser, ha sido combatida regularmente, hasta su absorción y apropiación para el nombre “superior” de España, pese a todo sin rectificación, sin rehabilitación posible. Aquí se ha pasado directamente de considerar inferior al andaluz por sus usos y costumbres, a reconocer esas costumbres, pero no su paternidad, ni el error de menospreciar a Andalucía, ni siquiera después de asumirlas como propias. Precisamente porque, al asumirlas, se ha saltado por encima de sus creadores a quienes se les quiere hacer ahora subsidiarios y, si acaso co-partícipes, como una concesión graciosa.

No reparan en la contradicción de adoptar como propias costumbres hasta hace poco despreciadas y criticadas. Lo cierto es que ya no somos los únicos “malhablados”, los únicos “mal-comidos”; los únicos “vagos” por dormir siesta, ni los únicos “juerguistas” por crear el flamenco. Ahora todo el mundo, es decir, toda España, merece esos calificativos en tanto no se libere de ellos a los andaluces. Ahora cabe decir “pues tú también”. O mejor aún: “pues tú más”, desde el momento en que han adoptado normas y costumbres anteriormente despreciadas.

Sí, pues tú más, pues ahora viene la noticia: no sólo la Junta de Andalucía labora para empobrecer más a la Comunidad que regenta. Ya no sólo determinada industria andaluza sufre persecución. No sólo en Andalucía se combate una industria de concentrado vegetal; ni se aburre a los promotores, para que una fábrica de componentes se vaya a Euskadi. -silenciamos nombres, para evitar más represalias-. Ahora es la Generalitat de Cataluña, la que fuerza al cierre de una industria histórica por un problema de denominación. El mejor salchichón del mundo desaparece por obra y gracia de un soberbio funcionarial acto burocrático. Si en el fondo no éramos tan diferentes… Es de tener en cuenta la competencia que esta industria ejercería sobre los productores mecanizados que, en su conjunto, ingresan más impuestos a las arcas “generalitanas”. (“El euro es el euro”, dicho actualizado). Allí es asunto de competencia interna y externa. Aquí sólo externa, porque interna no hay.

Para algo la consigna del verdadero poder mundial, es la concentración. Aunque haya más pobres y disminuya su poder adquisitivo. Lo verdaderamente importante no es vender, siempre que se reduzca el número de quienes lo venden. Porque así no sólo se ingresa más: sobre todo, se tiene más poder. Que eso sí es realmente importante.

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