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La misa de hermanos en la Hermandad de los Afligidos

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Esta solemne, tradicional, emotiva, entrañable y devota celebración eucarística en la mañana del lunes santo, día en el cual, tiene lugar la salida procesional de nuestros amados titulares, ha sido siempre motivo de gran gozo y alegría por cuanto significa para la nómina de todos sus hermanos, feligreses, amigos y colaboradores en general.

   Pero no solamente a nivel de culto -que también- sino  por el regocijo que supone encontrarse con aquellos hermanos que no vemos con frecuencia, incluidos especialmente los que nos llegan desde afuera y de los que desde adentro se suelen ver poco, tales como un grupo de hermanos, fundadores, antiguos y asiduos: Alfonso Domínguez Trigo, Antonio Mellado López, José María Cano Trigo, José Luis Caos Bada, la viuda de Antonio Rivera y sus hijos, la viuda de De Cossio (Leli Ramos) y sus hijos, los hijos de Eugenio Baturone Linares, los sobrinos del fundador, Rvdo. P. Franco, Vicente y Marcelo Franco Alas y su hermana, las hijas de Antonio Barrios (+), José Luis Espósito Bueno, Luis Zaragoza Ruiz, muchos y conocidos feligreses, personas devotas de la penitencia que suelen ir detrás del paso de los titulares y un larguísimo etcétera de hermanos, con la disculpa expresa  de los que se sientan omitidos, que sepan, que es sin intencionalidad alguna. Amén de otras tantas y buenas consideraciones derivadas de tan fraternal acontecimiento que el Señor de los Afligidos y su Madre de la Amargura, propicia, convoca y permite que se repita cada lunes Santo.

    Y este año de tanto júbilo para nuestra hermandad, ha tenido un valor añadido muy especial y significativo. Porque además de celebrarse los 75 años de su fundación. Otra efeméride, inesperada, sorprendente y  no menos importante,  nos hizo a todos los concurrentes, vibrar y vivir unos momentos realmente conmovedores, emocionantes, amorosos y reconfortantes, originados por la familia al completo (viuda, hijos, nietos y hermano) de nuestro queridísimo hermano de Honor, Juan Antonio Macías Martín, que nos dejó en olor de multitud hace ya cuatro años. Honor que aun siendo un término hermoso y gratificante destinado solamente a unos pocos. En el caso de nuestro hermano Juan, creo que resulta insuficiente por cuanta energía y sacrificio entregó y derrochó de su existencia al servicio constante e infatigable que le dedicó a su eterna hermandad a la que tanto amó,  porque formaba y ocupaba  una parte íntima, inseparable y prioritaria de su vida.

   Nuestro hermano mayor una vez finalizada la Eucaristía, de la que también hay que destacar de ella, la homilía reconfortante,  preparatoria y significativa sobre  la salida procesional, que cariñosamente nos dirigió el  párroco. Recibió de la citada familia delante del paso de nuestros titulares, un bonito cuadro en donde se recogía -las carpetas de las postulaciones- con la solera que con tanto ahínco y amor utilizó Juan, pateándose La Isla entera hasta la saciedad por conseguir recursos destinados al sustento de nuestra (su) amada hermandad. El hermano mayor junto al director espiritual de la hermandad, párroco del Santo Cristo y del vicario de la misma, agradeció visiblemente emocionado, el citado obsequio que esta devota familia de la hermandad, le hacía reflejando con ello, el testimonio y el recuerdo de lo que fue este singular hermano. Pero sobre todo, para inscribirlo en un lugar destacado dentro de los anales de su más reciente historia.

    En el mismo acto, el músico, compositor y hermano de la hermandad, José González García  (conocido popular y cariñosamente por Pepe ‘‘el mellao’’) recibió otra réplica de dicho cuadro, con lo cual, la familia de nuestro hermano, Juan Antonio Macías Martín, le agradecía la marcha que le compuso y le dedicó titulada con el mismo lema de nuestra hermandad: Super Omnia Christus, para perpetuar así entre sus notas musicales, la memoria de tan distinguido Hermano de Honor, que desde el cielo gozando de la gracia eterna de Dios, estará  disfrutando también de los compases y lo sones de dicha marcha.


     Pero hubo otras cosas, porque el acto continuó con obsequios. Así, el hermano mayor, también recibió un cuadro de la imagen de nuestra Madre de la Amargura pintado por un hermano del grupo joven. Como un regalo más para la hermandad consistente en otra marcha denominada -Amargo camino- compuesta por el músico, Carlos Guillén González, hijo de nuestro sempiterno capataz del paso, Dominico Guillén, que fue finalista del tercer certamen nacional de marchas procesionales organizado por el Ayuntamiento de Toledo, partitura que igualmente entregó a los  otros músicos y compositores presentes, José González García y José Belizón Pérez, hermano también este último que en su día y a mí precisamente me entregó en mi etapa de hermano mayor de nuestra hermandad, la partitura de la marcha, que también él compuso con mucho cariño para nuestra hermandad.

    Por último, el flamante pregonero de nuestra pasada Semana Santa,  hermano de la hermandad, José Martín Jiménez Pérez, hizo entrega a la misma de una lámina de su pregón pintada por Eduardo Martínez,  en la que se recoge, un fragmento de la exaltación, que le dedicó a nuestra querida hermandad.

   Y tal como se narra, se puede adivinar perfectamente, que fue una jornada matinal expectante, feliz y prodigiosa como brillante antesala preparatoria de la salida procesional colmada de alegría y llena de bellos recuerdos y emociones.

    Honestamente debo decir que particularmente esta jornada, la viví intensamente y muy emocionado en este año tan especial de los 75 de su fundación. Y por lo mucho que significó para mí, la  amistad y los ejemplos que recibí de mi buen hermano y mi buen amigo Juan, del que guardo un recuerdo inestimable y un rico tesoro de su manifiesta bondad, que cariñosamente me regaló de su trato diario y desprendido, fruto de su generoso talante, cuyo recuerdo,  conservo con mucho mimo y cariño celosamente alojado en un rincón muy especial de mi corazón y de mis sentimientos. ¡Juan, querido hermano, qué grande fuiste! Por eso el Señor te llamó para tenerte más cerca de su presencia y muy juntito a su lado para poder gozar del Él eternamente, como te merece, por haber tenido un alma inmensamente grande, desprendida y  buena. Por eso, me enseñaste y aprendí de ti a confiar siempre en el Señor, porque es bueno, eterno, magnánimo y misericordioso. Y solamente falta decir: ¡Super Omnia Christus!

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