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Expositor

Ni derrotas menores ni caínes sempiternos

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Votar, estrenando la primavera. Votar, dispuesto a poner en solfa la superioridad intelecto-moral del que tiene mal perder. Votar, a pesar de todo, al tratarse de una de esas tesituras que surgen con naturalidad rutinaria en el quehacer  cotidiano de una sociedad afortunadamente democrática, como la nuestra. ¿Miedo?  ¿Pensiones? ¿Malo conocido? ¿Neocaciquismo? ¿Voto cautivo?  “Ellos, los vencedores, caínes sempiternos”. No trago esos burdos pretextos. No comparemos. No se trata de aquella amargura del pobre Luis Cernuda por el destierro. Todos, hoy, somos Andalucía. Podrá haber corruptos, pero su mera existencia, con siglas y carné de militancia en la boca, incluso, no deslegitima el voto libre de centenares de miles de conciudadanos.


El pasado domingo no cabía otra que ir a votar, y hacerlo con todas las consecuencias. Votaron a quienes quisieron, como hicieron los otros, guiados y aleccionados por sus allegados. Como las monjas y los jubilados, como los pobres y los potentados, como los que no tienen nada que perder y los que lo ganaron casi todo justo antes de nacer. Voto teledirigido, teleasistido, en cualesquiera de los casos. ¿Menos uniformado en los unos que en los otros? Ahí radica una de las claves de las derrotas electorales: la desidia, la desmovilización del electorado propio. Estas elecciones andaluzas, reconózcanlo las derechas, no las ha ganado tanto el PSOE de Susana Díaz como las ha perdido el PP de Mariano Rajoy.


La primavera andaluza, copia defectuosa de advenimientos libertadores frustrados en el mundo árabe, eligió un camino complejo de mayor fraccionamiento del pluralismo parlamentario, sosteniendo al PSOE-A merced a un suelo de fidelización tan alto como respetable, dando la oportunidad al rupturista Podemos y al reformista Ciudadanos de incorporarse a la institución representativa autonómica, y mandando a hacer penitencia y actos introspectivos de contrición a PP e IU. Por lo general, saludable medicina, para todos los que cuestionan un mal resultado poniendo la soberanía y la madurez del pueblo en entredicho, antes de volver a usar su nombre en vano y acusarle de analfabetismo y aborregamiento, irse un poquito a hacer gárgaras allá donde la arrogancia y la prepotencia siempre hallan el más profundo de los desprecios.


Cae el PP de Moreno Bonilla, un proyecto de liderazgo a medio-largo plazo, y nadie del staff  de San Clemente le acompaña solidariamente en el desconsuelo. Muy al contrario, la gente de Fernández de Moya se congratula de haber bajado bastante menos que otras divisiones provinciales del partido. Obsérvese, con el debido respeto, cómo se la tenían guardada. El PSOE de Jaén, en cambio, cuando Susana Díaz mantiene los mismos 47 escaños que obtuvo Griñán el 25-M de 2012, subiendo  la participación en 3 puntos y reduciéndose el respaldo socialista en 4 puntos y en más de cien mil votos, si los 17 parlamentarios que ha perdido el bipartidismo se endosan en exclusiva en el debe del adversario, es tiempo de sacar pecho al ser la territorial con mejor resultado porcentual, 42’68%, y aumento en un representante, de 5 a 6, por más que se hayan esfumado doce mil apoyos.


El bipartidismo en tres años pasa de acumular el 85 por ciento de los sufragios jienenses escrutados a poco más del 71. Podemos araña casi cuarenta mil votos y la suma de Ciudadanos e Izquierda Unida, otro tanto. Sin embargo, en la distribución de actas de diputados por la provincia, los dos grandes siguen cediendo solo una. La cabeza de lista ‘podemista’ por nuestra circunscripción, Mercedes Barranco, advertía,  con una contundencia insultante, la noche electoral, que gracias a la fuerza fiscalizadora de sus quince plazas en Las Cinco Llagas, a partir de ahora, “se robaría menos”. Justo la ‘frescura’ virginal, insolente y dinamitera que perdió IU en el ejercicio compartido del poder.

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