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Cartas a Nacho

Nacho

Como un elefante en una cacharrería. Esta serie de artículos irrumpió así, de repente. Igual que llegó Nacho a mi vida...

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Como un elefante en una cacharrería. Esta serie de artículos irrumpió así, de repente. Igual que  llegó Nacho a mi vida. Ahora, cuando se va a cumplir un año del ciclo, es conveniente, es necesario resolver la curiosidad de algunos lectores, de responder a la pregunta de ¿quién es Nacho?

Ignacio de la Salud es de San Bernardo, es mi ahijado. Lo más próximo que tendré a un hijo. Preguntón, curioso. Ocho años cumplió este fin de semana. Cariñoso, persuasivo. A veces me ve como una cartera con patas. Otras me derrite con un abrazo. Sus besos nunca son lo suficientemente fuertes. Admirador de La Luna. Le fascina su reflejo en el mar desde cuando era aún más pequeño. Bien sabe que La Luna es un inmenso queso donde vive un príncipe. A veces le falta un trozo porque el príncipe es un devorador tremendo y hasta tuvo que emigrar de La Tierra para poder encontrar su manjar preferido.

Nacho son una veintena de ojos expectantes ante la narración de un cuento infantil en clase de primaria. Nunca lo pasé tan mal. Nada me reconfortó tanto. Puedes organizar centenares de ruedas de prensa pero te aseguro que nada es comparable a la atención que ponen veinte niños  cuando le tienes que contar las aventuras y desventuras de un grupo de piratas en un barco imaginario confeccionado con un paraguas del revés.

Nacho son tardes, mañanas y también noches jugando al fútbol. Ahora yo de portero, ahora yo de delantero, ahora yo de centrocampista, ahora yo de árbitro. Eterna discusión entre un sevillista y un presunto barcelonista.

Nacho son noches de fines de semana y cuentos de terror. “Padrino, uno de miedo”. Infatigable esperando el final mientras que el sueño me puede y me vence. Conversaciones del ahijado con sus compañeros de clase. Debates en los que arrebate con argumentos que los príncipes de los cuentos también se pueden casar con otros príncipes y no sólo con princesas.

Nacho es una canción infantil mil veces escuchada a mi madre, donde las monjas de un convento hacen chocolate para las vecinas. Nanas cantadas en noches de verano al pie de una piscina. Llanto compartido y en silencio cuando ves que se hace grande y recibe regañinas para conseguir que sea un hombre responsable.

Nacho es su tío Juan. Y a veces su tío Juan es Nacho. Proyecto. Futuro. Espero que algo de lo que aprendo le quede. Sepa transmitírselo. Es mi obligación. Mi devoción.

Nacho es la respuesta a la pregunta más difícil que jamás me han planteado: ¿dónde vuelcas todo el amor que le tienes a una madre cuando fallece?

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