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Martes 14/05/2024  

‘Depósito de objetos perdidos’

Desde el 93 dirige la entrega poética ‘Hojas Nuevas’ y es miembro del equipo de colaboración de la barcelonesa ‘Revista de Literatura’

Cuando Juan Carlos de Lara, en el poema que abre su libro, ‘Depósito de objetos perdidos’ (XXXIV premio ‘Leonor’ de Poesía 2015), me dice: … “No lo voy a negar, nunca he tenido / los pies sobre la tierra, / ni ahora que ya gozo, como suele decirse, / de una cierta experiencia de la vida / me ocupo de las cosas que debiera: / del coche, del dinero, del prestigio, / no sé, de todo aquello / que un hombre de mi edad considera importante”… Lo único que yo puedo añadir a manera de comunicación es que hay seres que disponen de alas y otros no. Y los alados, los que rasean constantemente sobre la superficie acuosa y en oleaje que es esta vida son los más proclives a sufrir daños en sus álulas. 
   Juan Carlos de Lara, nacido en Huelva en 1965, comenzó a publicar muy joven. Su primer poemario fue ‘Caminero del aire’ (Andaluza, Huelva, 1985). Siguieron: ‘Elegía del amor y de la sombra’ (Andaluza, Huelva, 1987), ‘Antes que el tiempo muera’ (Diputación de Huelva, 2000), ‘Memoria del tiempo claro’ (Alea Blanca, Granada, 2008), el cuaderno ‘Aquí y ahora’, el pliego ‘Cuatro poemas’ y el ensayo ‘Juan Ramón Jiménez, estudiante’ (Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez. Moguer, 2012). Ha colaborado en antologías y revistas españolas y americanas, siendo su poesía musicada por cantautores. La Universidad de Guadalajara de México lo incluye en la ‘Poesía viva de Andalucía’. Desde el 93 dirige la entrega poética ‘Hojas Nuevas’ y es miembro del equipo de colaboración de la barcelonesa ‘Revista de Literatura’.
Cuando Juan Carlos de Lara, en el poema que cierra su libro, ‘Depósito de objetos perdidos’ (Diputación Provincial de Soria, 2016), taladra la página: “Porque suele haber días en los que no me encuentro / con ganas ni valor para afrontar / las cosas que suceden a diario / y sé lo que me cuesta / no mirar hacia atrás, aprender a vivir / con el paso cambiado de los años, / llego de nuevo a ti para quedarme / por los buenos momentos compartidos / desde un diez de febrero”… Cuando Juan Carlos de Lara escribe, le está pidiendo -sin quererlo- a este fervoroso leedor suyo que enjugue sin rubor alguno la humedad que abraza su léxico: … “Hoy apenas podría separarme / del final de unos brazos que jamás existieron / y sólo llego a imaginarme ahora / preparando un viaje, / tendido al otro lado del teléfono, / recorriendo esas calles que nos hablan a solas / o contigo en mi casa, donde en un solo instante / caben todas las sábanas, / esa casa en penumbras donde acababa el mundo / y que tú me iluminas, / porque en algún momento de mis noches en blanco / y mis días a oscuras, / te alcancé con la punta de los sueños / y en ellos estarás para siempre encendida”.

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