Carecemos de profundidad si miramos sólo a Málaga y a su costa.
Políticos no son sólo los que se dedican a la política, somos políticos los que vivimos dentro de un orden establecido. Políticos somos todos los que sobrevivimos en estos traicioneros inventos en que se han convertido nuestras ciudades.
Políticos eran los griegos que habitaban y discutían sobre sus ciudades, las polis. Aquellas no eran solo un conjunto de casas y tiendas más o menos grande. La polis griega era a la vez caserío y valle, ciudad y territorio. Al sur de Atenas, la tierra se arruga. Allí, cada ciudad era una con su valle, Ática, Laconia, Olimpia,… La población era la que podía alimentar su cosecha y la polis crecía proporcionada a la riqueza de su tierra.
Hoy no hay esa imbricación entre una ciudad y su tierra como la alimenticia que ataba cada polis a su valle y laderas. Si dejamos la cinta andadora y caminamos por la provincia, nos sorprenderemos de los lazos con que se ata el interior a su costa, de los delicados hilos que día a día se tejen entre el adentro de esta tierra, sus gentes y la polis malacitana.
Careceremos de profundidad si miramos sólo a Málaga y a su costa. La ciudad se estira y prospera desde un trasfondo en relieve que la alimenta no sólo de verde, también de materia gris. El trasdós de Málaga cabalga sobre cuatro territorios pequeños y sorprendentes: Serranía de Ronda, Valle del Guadalhorce, Balcones de la Axarquía y llano de Antequera.
El interior de Málaga vive hoy en relativa comunión con su ciudad. Sus gentes vienen y van semanalmente a su polis, trabajan aquí y duermen allá. Evitan así una despoblación que avanza en silencio atronador a través de las dos Castillas como la Nada de la Historia Interminable.
Los urbanos tendemos a ver los pueblos como algo que se asoma a una ventana vestido de negro, pero los pueblos “bien pensados” son verdadero futuro. El trabajo no solo está en los centros de decisiones de las ciudades o en sus extrarradios. Si el conocimiento viaja en wifi, la mejor biblioteca puede estar en cualquier parte y la escuela de Aristóteles puede re-fundarse a la sombra del árbol más grande.
Si el paseo de urbanitas y forasteros construye día a día nuestras calles, nuestra polis está por hacer en el ir y venir de los ciudadanos con su tierra. Queremos ver unidas Málaga y costa, y no vemos, una realidad que todavía funciona: Málaga Adentro. Ciudad y territorio “en equilibrio”, como decía Ancelotti, aquél que trajo la décima.