El tiempo en: Huelva
Sábado 20/04/2024  

?Caritas in veritate'

Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai
Tal es el título de la reciente encíclica de Benedicto XVI, un documento que, en mi sentir, causará profundo impacto, al menos por dos consideraciones obvias: su carácter eminentemente social y su decisión para abordar los temas más espinosos que hoy convulsionan a nuestro mundo. Es imposible llevar a cabo un análisis, siquiera sea somero, de su contenido; así que me limitaré a dar algunas pinceladas sobre lo más llamativo que sugiere la lectura. En primer lugar, su título: caridad en la verdad. La caridad es amor, un rasgo distintivo del cristianismo. El amor va más allá de la justicia y solidaridad, porque es entrega al prójimo incluso con el propio sacrificio. Pero ese amor sería simple filantropía si no se ancla en la verdad, considerada ésta no solamente como conformidad entre lo que se expresa y la realidad, sino -según el cristiano la concibe- como liberadora ("la Verdad os hará libres") y trascendente ("Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida", dice Jesús). En síntesis, Caridad y Verdad son Amor y Palabra. Ágape y Logos.
La caridad no hurta empero la exigencia de dos criterios: justicia y bien común. Amar es ofrecer lo mío, pero antes he de dar lo que en justicia corresponde. El bien común se define como el orden justo para la felicidad natural de la comunidad de personas.
Pero la encíclica (que podría considerarse continuadora de la Populorum Progressio de Pablo VI) atiende sobre todo al desarrollo, tanto individual como, en especial, colectivo, que va desgranando en sus seis capítulos. Un desarrollo lamentablemente asimétrico en un mundo globalizado, donde las carencias y el hambre se acentúan al ritmo de la presente crisis económica. La fraternidad debe plasmarse en el equilibrio del desarrollo económico, que no se resuelve sólo con fórmulas mercantiles, sino con un espíritu insobornable de justicia. La solidaridad universal, beneficiosa para todos, es un deber.
En ese desarrollo resulta clave la colaboración de la familia, tanto al nivel concreto de célula social, como en sentido lato de familia humana. El hombre no puede vivir solo, aislado, sino integrado en la red afectiva que le concede el grupo. El diálogo entre personas y colectivos es imprescindible: un diálogo de creyentes y no creyentes (diálogo entre fe y razón), y relaciones cada vez más amplias y afectivas, propiciadas por el turismo y los movimientos migratorios. El desarrollo de los pueblos está supeditado al progreso técnico, pero la tecnificación absolutista cae en el materialismo al tratar de explicar el cómo de los progresos sin reparar en el por qué de los mismos. La bioética, planteando los problemas de la fertilización in vitro, clonación, aborto, eutanasia, etc., se ha convertido en una realidad insoslayable, exigente de criterios firmes.
Un postrer subrayado para este profundo pensamiento: "el problema del desarrollo está estrechamente relacionado con el concepto que tengamos del alma del hombre".

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN